En el año 2007 la Unión Europea hizo un llamado a numerosos fabricantes de alimentos para niños, para que se comprometieran de manera voluntaria a hacer campañas publicitarias basadas en productos saludables y manejadas con el mayor cuidado posible, absteniéndose de fomentar una alimentación alta en grasas y azúcares para los menores.
De acuerdo a un estudio de Foodwatch, lo que se planteó en el año 2007, se quedó sólo en un bosquejo, porque actualmente hasta el 90% de la publicidad de alimentos para niños gira en torno a productos que no se ajustan a los estándares de alimentación balanceada impuestos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los cereales que poseen hasta un 30% de azúcar siguen gozando de agresivas campañas publicitarias, cuando es bien sabido que la OMS ha impuesto que este tipo de alimentos dirigido a los más pequeños de la casa, deben tener un porcentaje máximo de azúcar de un 15%.
También protagonizan la publicidad de alimentos para niños, productos en donde la grasa y la sal protagonizan. De este modo surgen las especulaciones acerca de si las sugerencias y regulaciones de organismos como la Unión Europea, dejarán de ser una autorregulación, para convertirse en una norma inflexible.