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De Guaracarumbo al estadio Universitario

Por más de 60 años Tiburones de La Guaira ha cultivado una de las aficiones más fieles y alegres que pueda existir en cualquier deporte del mundo. En ese tiempo se ha creído que el recordado Pedro Padrón Panza (antiguo dueño) era el fanático número uno de la franquicia, pero la historia ya demuestra lo contrario.

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Resultó que en el sector Guaracarumbo, ubicado en la parroquia Urimare de Catia La Mar, a un niño con menos de 10 años, nacido en Trujillo, y llamado Wilmer Ruperti, se le ocurrió lo que para muchos pudo ser sólo un juego de muchacho que quedaría en el olvido y no una idea visionaria.

Ciertamente, para aquel infante de padre italiano, su pasión hacia los escualos fue más allá de querer incluso ser pelotero, pues también incursionó desde muy joven en una academia de beisbol dirigida por el Salón de la Fama de nuestra pelota, Ángel Remigio Hermoso, con un enorme legado dentro del club litoralense.

El destino se encargó de unir a Ruperti con quien hasta el sol de hoy es más que su mano derecha, podría ser considerado como su hermano, en pocas palabras, su gran aliado. Hablamos de Elías Saba, guaireño, con quien coincidió por primera vez en la Unidad Educativa Santiago Apóstol (ahora San Vicente de Paul) en tercer grado, pero que luego le ayudó a cristalizar su objetivo.

Fue allí donde nació esa amistad que tenía cosas en común: la humildad de ambos y las ganas de drenar sus energías en alguna disciplina deportiva exigida en la escuela, principalmente el beisbol, impulsado por Ruperti.

Pero no todo fue deporte, ambos chamos recorrieron las calles todos los fines de semana vendiendo mercancía proveniente del padre de Saba, de origen sirio, y reconocido comerciante de la zona.

Confesó el propio Elías que siempre fue amante del fútbol, pero su amistad con Wilmer lo llevó al diamante. De hecho, era un ritual llegar al colegio y revisar la prensa nacional para conocer los resultados del beisbol profesional. Desde luego, esperaban un triunfo del equipo de sus amores. “Yo me hago fanático de La Guaira gracias a él”, dijo a Líder en Deportes.

Entre tantas experiencias vividas juntos, con el pasar de los meses llegó el momento en el que Wilmer desprendió de su alma su mayor deseo: “un día de estos cuando seamos grandes yo voy a hacer dueño de Tiburones de La Guaira y tú (Elías) vas a estar conmigo”, soltó con mucha firmeza apoyado en un carácter forjado por su madre, quien le inculcó ser siempre el mejor.

Ese camino hacia la excelencia continuó con la formación universitaria de ambos. Saba ingresó en la escuela náutica y Ruperti a la naval, donde se graduó con el mejor promedio. Fue quizás el período en el que sólo intereses académicos dividieron sus pasos, luego eso dio lugar a tareas profesionales que los convirtieron en importantes y exitosos empresarios de Venezuela.

Saba intervino en el mercado aduanero, mientras que Ruperti en el petrolero e incluso en el de las comunicaciones, recordemos que antes de Tiburones adquirió a Canal i. Esto, a petición de Wilmer, les reencontró nuevamente, pero ahora en el plano laboral para emprender nuevos proyectos.

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Compra-venta escamosa

La venta de Tiburones a Ruperti fue casi una hazaña o quizás un regalo de su vida. Por décadas varios personajes poderosos económicamente estuvieron dispuestos a comprar la divisa, pero Pedro Padrón Panza les negó el trámite. Fue luego de su muerte que los herederos del equipo finalmente deciden negociar con los empresarios Francisco Arocha y Antonio José Herrera, quienes tuvieron al club desde el 2004 hasta el 2022 cuando insistió Ruperti con una jugosa oferta de 10 millones de dólares que no pudo ser rechazada.

Cuando eso fue casi que un hecho, las hijas de Saba fueron portadoras de la noticia que reservaron a su padre por varios días hasta que el propio Ruperti, en reunión de negocios, decidió hacer el anuncio y además designar a Saba como el presidente del equipo, tal como lo había prometido, aunque el honor sorprendiera a Elías.

Limpieza para ganar

El éxito de Tiburones en los últimos tres torneos obedece a varios movimientos desde el 2023 cuando la nueva directiva decidió salir de jugadores conflictivos para el clubhouse como Junior Guerra. Adicionalmente, hacer cambios en la gerencia también fue un acierto, César Collins fue el sacrificado en este caso, mientras que en el cuerpo técnico la inclusión de Oswaldo Guillén fue otro plus clave para conseguir el título en Venezuela luego de 38 años y el trofeo en la Serie del Caribe. El plan ahora es repetir, aunque pase lo que pase, el sueño ya está cumplido.

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