Llegó el partido que tenía que llegar. Se fraguó el deseo de la afición de América Latina, ansiosa por ver en la cancha de Miami a dos selecciones que representan escuelas de fútbol que en los tiempos que corren son por sus concepciones y estilos, las más apetecidas de la región. Argentina, graduada desde hace décadas como de las más aquilatadas del mundo, no mostrará nada nuevo, porque pensándolo bien, ¿para qué, si con lo que tiene ha llegado a donde no se puede pedir más?
Sus bastiones de juego, quizás algo avejentados para el fútbol, siguen siendo vanguardia en el continente: Lionel Messi, Ángel Di María, Nicolás Tagliafico comienzan a sentir el peso de los años, pero por ahora aún les alcanza para seguir dando a la camiseta a franjas azules y blancas victorias de gran valor. Los argentinos siempre hacen lo mismo, todos lo saben, pero nadie ha conseguido el antídoto: ¿será el domingo el día del descubrimiento para Colombia?…
Los colombianos, a su vez, día a día crecen. Ya no conforman aquellas selecciones a las que el gol le era ajeno; ahora, y a fuerza de centros y cabezazos, son capaces de destruir, como a La de Uruguay, las zagas más impenetrables. Colombia conforma un equipo equilibrado en sus líneas, con esquema de juego ya conformado y adecuado a cada contingencia.
En el partido final tendrán sus mediocampistas la tarea de bregar con la potencia y buen tino de los argentinos, pero para eso tendrán dispuesto a James Rodríguez, indiscutiblemente el mejor jugador de la Copa América, con toda esa capacidad para adivinar los claros en las zonas vacías del campo en los que seguramente sus entregas van a conseguir al compañero dispuesto.
A los colombianos, y eso es evidente, les urge un centro delantero de empuje, avasallante, pues los goles ante Brasil y Uruguay han sido de la gente de atrás, zagueros y mediocampistas defensivos…
La Copa América se extingue, y como suele ocurrir con los grandes torneos, el lunes ya solo será un recuerdo, una dulce recordación de “aquellos días” maravillosos en los que el continente se dividió entre partidos y abrazos. Y no sabemos si la disposición de jugarla a la vez que la Eurocopa habrá sido un invento feliz, pues en este asunto las opiniones se dividen. Ver uno y otro partido emociona, pero también aturde tanto y tanto fútbol junto.
Bueno, dice la Biblia que “hay gente para todo”, y es verdad. Mientras tanto, el fútbol sigue, la vida pasa, y Venezuela entera hincha por la llegada de la selección Vinotinto al Mundial de Estados Unidos, México y Canadá,
Nos vemos por ahí.