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Venezuela es como Brasil – Líder en deportes

En Brasil nunca se sabe. Cuando uno cree que un técnico reputado como Jorge Sampaoli va a conducir al Flamengo por buen camino, ¡zuas!, a las pocas semanas ya el entrenador argentino no está. Y así pasa con muchos de los equipos de aquel país, hasta el punto de clubes que han tenido durante una temporada del campeonato Brasilerao seis conductores.

Sí, seis hombres que de inmediato pasan a engrosar la interminable lista de los desempleados de un fútbol que algunas veces, tal es su movimiento, resulta incomprensible. Ese huracán de despidos se lleva por delante hasta a la selección verdiamarilla, especialmente en estos tiempos borrascosos y de incertidumbre en los que los tutores del scracht suelen ser “interinos”.

Lejos han quedado los tiempos de Mario “Lobo” Zagallo, de Carlos Alberto Parreira, de Luiz Felipe Scolari. Ahora todo es provisional, pasajero, en busca de una nueva verdad que aun no llega…

Y lejos han quedado también aquellos días en los que los equipos venezolanos se aferraban a los conocimientos y experiencias de tipos que, como Manuel Plasencia, Rafa Santana y José Julián “Pepito” Hernández llevaban con firmeza y por años sus destinos verdaderos. Ahora, y como un virus de los tiempos modernos, aquí, como en Brasil, pasa lo mismo. Es como un contagio inevitable alzar la mano y decirles, ya cumplieron su ciclo, que les vaya bien donde quiera que lleguen, pero con nosotros no más.

Gerson Chacón, gerente general del Portuguesa, acaba de ser el último es despedirse; la semana pasada fue Leonardo González al frente del Caracas, y anteriormente Franklyn Lucena, Daniel Blanco y Enrique “Kike” García quienes llenaron sus planillas en la lista de los entrenadores desocupados…

¿Es una moda, o el cumplimiento de aquel viejo y verdadero decir según el cual los entrenadores siempre tienen la maleta detrás de la puerta? Si existe en el idioma una palabra que explique la situación de los que se dedican a esta, a veces, ingrata profesión, esa es el desarraigo.

Porque al final de todo son ellos unos desarraigados que no se afincan ni aquí, ni en Brasil ni en ningún lado a un equipo, a una ciudad, a un país. Con ellos no se da aquel lugar común, por cierto, un tanto ridículo, de “una segunda patria”; eso se lo dejan mejor a Julio Iglesias, que debe tener treinta o cuarenta “nacionalidades”. Y cuando estos movimientos telúricos pasan, los otros técnicos, a los que “aún no les han arrancado la cabeza”, como ellos mismos dicen, se preguntan: ¿quién será el próximo?

Nos vemos por ahí.

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