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El fracaso como punto de giro al éxito del emprendimiento

Hay distintas maneras de interpretar y enfrentar el fracaso en el proceso de emprender una idea o un proyecto. Si traspasamos las fronteras geográficas, se puede observar una diferencia muy clara entre la actitud de la cultura empresarial española con la americana respecto al fracaso. Se dice que en España, el miedo al fracaso es paralizador.

Se suele ver desde un punto de vista devastador, como una pérdida de recursos y oportunidades, una sombra en el currículum difícil de evadir. En la cultura venezolana, el fracaso es un concepto denigrado y estigmatizado que suele pasar por alto toda la experiencia y conocimiento que el emprendedor puede adquirir de él.

Y es que realmente no existe el método insuperable para tener un negocio exitoso sin dificultades. Aun así, en Estados Unidos, haber fracasado durante la trayectoria profesional resplandece en el currículum como un mérito más.

Para los empresarios de esta nación, afrontar el fracaso es el rito de iniciación en el sendero hacia el éxito. La formación de EE UU, especialmente la de Silicon Valley, (la sede de muchas compañías emergentes y globales de tecnología. Apple, Facebook y Google se encuentran entre las más destacadas) está basada en el descubrimiento y la experimentación como una manera de fallar y llegar al éxito.

En el país norteamericano, no tener éxito es tomado como un motivo para aprender, generar cambios e innovar. Es más, suelen asociar el fracaso a la apertura de nuevas oportunidades, como diría el dicho, «una puerta se cierra, miles se abren». Peter Drucker, una de las figuras más reconocidas del management, un día dijo: “Cada éxito crea oportunidades. Lo mismo ocurre con cada fracaso”.

A pesar de esto, el fracaso tampoco debe ser sobrevalorado, pues no es para nada agradable. Se debe ser capaz de gestionar todos los posibles riesgos, contar con un plan guía para saber cuándo abandonar la ambición inicial y compensar el coste de no prosperar en un proyecto con la entrega de resultados a largo plazo.

EMPRENDER ES UNA DECISIÓN

Lo real es que emprender no es un camino para recorrer a medias, no existen grises, se es blanco o negro. Pero, para mantener el ambiente de emprendedor en plenitud, es vital desplegar una cultura capaz de asumir, afrontar y declinar el fracaso en positivo.

Es fundamental creer en la capacidad de las personas y apostar por las iniciativas de innovación y con un propósito, más allá del fracaso. Se debe ser tolerantes y benévolos con aquellos fracasos que parten de una exploración comprometida con la innovación: desafiar las ortodoxias de las organizaciones más tradicionales, aplicar soluciones tecnológicas alterables o validar modelos de negocio potencialmente escalables.

A pesar de todo esto, debemos de ser justos con la dificultad que supone introducirse en un proceso de emprendimiento. Trazar nuevas rutas a diario, cada vez más obsoleto y sobrevivir al cambio constante supone un gran reto y una complejidad inmensa para acabar encontrando el verdadero camino hacia el éxito.

Aprender del fracaso no es un proceso fácil. El por qué un negocio no ha conseguido prosperar no está escrito explícitamente entre las páginas y los esquemas del plan business. Lo real es que la derrota en sí misma puede ser a plena vista desalentadora, pues tampoco es un indicio de tener éxito a corto o medio plazo.

Sin embargo, el fracaso es más habitual que el éxito en el mundo de la innovación y el emprendimiento. Se estima que entre el 75% y el 80% de las startups no prospera y desaparece en su etapa más inicial o death valley. Estos fracasos no suelen aparecer en los medios de comunicación e, incluso, detrás de las grandes rondas de financiación y los éxitos más reconocidos dentro del ecosistema innovador, se disimulan innumerables deudas y vidas tocadas.

Son muchas las iniciativas que no lograron sobrevivir porque les fue difícil adaptarse al ritmo acelerado de un ecosistema tecnológico y emprendedor en constante cambio.

Realizar un proyecto empresarial desde cero no es fácil. Emprender conlleva asumir grandes riesgos tanto a nivel económico como a nivel emocional, es por esto, que es fundamental poner en primer lugar la salud mental del emprendedor durante todo el proceso, especialmente antes de volver a comenzar un negocio y reorientarse laboralmente tras una iniciativa fallida reciente.