La biometría, como concepto amplio que es, abarca muchos factores a la hora de hacer que funcione. Uno de ellos (de los más importantes en cuanto a uso) es el rostro humano, el cual sirve de base a ese método de reconocimiento que permite examinar a un individuo a partir de una imagen previamente creada llamado biometría facial.
Esta rama de la tecnología biométrica que identifica personas a través de las particularidades de la cara es todo un proceso que, por lo general, parte del uso de una cámara. Tal dispositivo cumplirá sus funciones solicitando a tal o cual individuo que presente su rostro por unos 10 segundos en los cuales tomará unas 20 fotografías y guardará para su base de datos los distintos cambios de expresión que haga (a solicitud de la máquina) el sujeto.
Según artículo publicado por Ramiro Helmeyer (experto en seguridad y blindaje), esa cara y esos cambios de expresión (¡mientras más, mejor!) registrados en el sistema serán tan particulares que el proceso de identificación se hará casi perfecto. Y obvio, la tecnología no es ni mucho menos nueva, pero sí que es mucho más avanzada (ahora usa más matemáticas e inteligencia artificial) y, claro, aplicable a múltiples funcionalidades del quehacer diario del ser humano.
Tan es así, que hoy día es uno de los mecanismos de identificación biométrica más usados en el mundo. ¿Por qué? Pues por su enorme nivel de seguridad y por la gran confianza de los consumidores para con él.
¿Dónde se usa más la biometría facial?
Dice Helmeyer en su nota que esta rama de la biometría, primero, llegó para quedarse indefinidamente y, segundo, que su uso se ha venido dando más que nada en lugares como aeropuertos, esquinas de calles, plazas públicas, etcétera. Y sí, aunque en principio el proceso parezca complicado, en realidad no lo es tanto: la cámara de representación recopila imágenes, y éstas pasarán a un sistema de monitoreo que se encarga de hacer el trabajo y otorgar respuestas casi inmediatamente.
