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Un inolvidable “Manos de seda”

Al día de hoy más de 500 venezolanos han jugado el beisbol de Grandes Ligas, solo 107 completaron una década de servicio y apenas dos lograron prevalecer durante dos décadas o más, uno es el orgullo de Maracay, Miguel Cabrera, y el otro el consentido de Caracas. Hoy vamos a hablar de este último, el de las “manos de seda”, Omar Vizquel. El último de los tres venezolanos que debutaron en el llamado mejor beisbol del mundo en 1989, el número 56 en el registro histórico y el número uno cuando de años de servicio se habla (24).

Omar irrumpió en el beisbol de Grandes Ligas en 1989, con apenas 22 años, siendo el campocorto titular de los Marineros de Seattle y se estrenó, de hecho, en el Opening Day que se pautó para el tres de abril. Aquel año fue el segundo novato que más juegos disputó con un total de 143. Y no, no por tener un bate explosivo, sino por presumir una defensa que marcaría un antes y un después en la historia de Grandes Ligas.

Con esas credenciales completó sus primeras tres campañas, pero estaba lejos de conformarse y en 1992 sorprendió a todos con una evolución ofensiva que le permitió cerrar el año ligando para .294 a razón de 142 inatrapables. En una entrevista reciente concedida a Abriendo El Podcast, reveló que aquella mejoría se debió a los consejos y enseñanzas de Víctor Davalillo, su compañero en los Leones del Caracas. Para entonces ya era reconocido como uno de los mejores campocortos de su época y entonces, en 1993, año en el que lideró las Grandes Ligas en dobleplays, ganó el primero de sus 11 Guantes de Oro.

Un año más tarde fue enviado a los Indios de Cleveland, por el dominicano Félix Fermín y Reggie Jefferson, para entonces vivir una época dorada en la que brilló con sus jugadas a mano limpia. En 1998 su porcentaje de fildeo fue el mejor de Grandes Ligas (.998) y eso lo llevó por primera vez al Juego de Estrellas, en el que repetiría en 1999 y 2002. Pero hay que detenerse en el 99, cuando el boricua Roberto Alomar jugó la primera de sus tres contiendas con Indios y formó junto a Omar la mejor dupla que se haya visto alrededor de la segunda base. Y eso no lo digo yo a la ligera, lo dicen sus ex compañeros, la afición de Cleveland y los amantes del beisbol en general. Tan efectivos eran que el caraqueño volvió a tener el promedio de fildeo más alto de toda MLB en el 2000 (.995) y 2001 (.989).

Todo esto mientras seguía aportando con su bate. Porque si, nadie reconoce su aporte ofensivo, pero en nueve de sus 11 campañas con Indios despachó 140 o más hits e incluso llegó a batear por encima de .300 en 1999. Al día de hoy, 13 años después de su retiro, tiene la octava marca más alta de hits dentro la franquicia de Cleveland con un total de 1616 incogibles, es noveno en dobles con 288 y séptimo en carreras anotadas con 906.

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