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Ecuador no es invencible, ¿verdad, Rey?

Octubre de 2007, Ecuador y Venezuela en el campo de Quito. Corre el tiempo entre los minutos 67 y 68. Falta. José Manuel Rey mira el arco contrario, respira, se aleja diez pasos de la pelota, toma impulso, pega la corta carrera y mete el derechazo. La bola corta el aire y hace una parábola.

Hay desespero y enigma en Marcelo Elizaga, el arquero ecuatoriano, y aquel disparo de cañón del zaguero de la Vinotinto estremece las redes y los corazones de un país que se comenzaba a habituar a estar en los mundiales. Había sido parte universal de los de 2002 y 2006, mas aquel de Suráfrica 2010 les fue esquivo. El partido recordado había sido solo el primero de aquella eliminatoria, pero más que una derrota, había sido el presagio quiteño de una debacle.

Venezuela, por entonces poco tomada en cuenta en los cálculos de los “sabios del fútbol” de América del Sur, había conseguido lo que desde siempre habían sido resultados ariscos para Brasil y Argentina…

Rey, conocido en Suramérica por su fortaleza en la pelota parada, por su “pata de mula” como se dice entre futbolistas, trascendió los portales de la historia regional. Redondeó un tándem de pegadores temibles con la zurda de Juan Arango, y hoy son añorados por la ausencia de un pegador de pelota tan terrible como ellos dos. Esta facultad suele ser, a menudo, un valor inestimable en los equipos de fútbol; con partidos difíciles, o con marcadores adversos, puede aparecer uno de estos tipos y cambiarle el rostro a una situación.

Como lo hizo rey en Quito, en aquellos días de sueños cuando la selección la conducía Richard Páez. La victoria ante Ecuador levantó el vuelo de una clasificación que sigue siendo esquiva con Venezuela…

Y el próximo 21 de marzo, de nuevo en Quito, la afición venezolana espera que la estrella de la tarde de 2007 vuelva a brillar en el firmamento ecuatoriano. Vencer a Ecuador en la capital del medio del mundo es toda una odisea, conseguir una botella de agua en pleno desierto del Sahara, pero todo hay que intentarlo. Habrá que subir los 2.850 metros desde el nivel del mar hasta la cancha de la ciudad, ante un equipo que ha fundamentado su presencia en cuatro mundiales en secuestrar todos los puntos posibles en su inexpugnable fortaleza.

Para la Vinotinto, que vive horas difíciles, vencer allá será una tarea extraordinaria y un paso de gigante hacia el Mundial de 2026. Y de eso es de lo que hay que hablar, porque pensar que no vaya a ser así sería comenzar a asfaltar la autopista de la derrota. Vencer será la consigna, ¿verdad, Rey? Nos vemos por ahí.

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