Por estos días, cuando Venezuela entera aguarda por partidos decisivos en su porvenir mundialista ante Argentina y Colombia, tiene sentido rescatar desde los pliegues de la memoria un inolvidable avatar premundialista. La tarde de aquel sábado, 9 de agosto de 1969, había presagios de un milagro. Y casi lo hubo, luego que la Vinotinto igualara sin goles durante el primer tiempo y parte del segundo periodo ante Brasil. Fueron 69 minutos de sufrimiento, tanto era el vendaval del río Amazonas, pero recompensado por el afán nacional. Una lluvia bíblica en el intermedio fue abono para lo imposible, para que se diera lo impensado. “En el charco los vamos a agarrar”, se oyó decir en la grada del centro, donde desde horas ante del partido nos habíamos acomodado esperando mirar a Luis Mendoza jugar sin complejos ni pequeñeces ante el gigante, y a Pelé y su mitología esparcir halos de sortilegios por la grama del estadio Olímpico…
Mas tres goles de Tostao y dos de Pelé diluyeron los rezos y desencantaron a los creyentes. La Vinotinto había regresado al camerino estimulada por el aluvión de aplausos de una tribuna que gritaba, con acento europeo “¡Venezuela, Venezuela!”. Lo del acento tiene asidero: por aquellos días la inmensa mayoría de los asistentes al fútbol nacional, el de colonias, era venida desde el lado allá del mapamundi. Cuando la selección, animada por la presencia del entonces joven periodista Freddy Rosas como asistente de la dirección técnica, llegó al centro de la cancha para la foto en los diarios, la gente veía el Mundial como una ensoñación, como aquella quimera que algún día se iba a alcanzar…
Y ese día, sin milagro y sin trucos, parece que ha llegado, pero atención: también hay que estar parados sobre la mina explosiva de los resultados. Venezuela podría llegar a la repesca, paso de antesala al 2026, aun perdiendo sus choques ante Argentina el jueves en el Metropolitano de Buenos Aires y Colombia el martes siguiente si Bolivia también cae, pero igualmente tendrá debajo de ella, como los condenados bajo la guillotina en la tumultuosa época de la Revolución Francesa, el cadalso representando en una victoria de los bolivianos en Barranquilla ante la misma selección colombiana o frente a Brasil en El Alto. Vuelta atrás a agosto del 69: cuántos premundiales han pasado, cuánta agua ha llevado en caudal del río suramericano, y cuántas ilusiones se han creado desde entonces. Utopías que han ido creciendo hasta transformarse en una posibilidad que en pocos días podría ser una realidad, la certeza de las certezas: la Vinotinto está lista para el asalto.
Nos vemos por ahí.
Nos vemos en el repechaje.