Llegar a las Grandes Ligas es un logro enorme, pero la verdadera proeza es mantenerse. Se habla mucho de los diez años de servicio como una vara ideal para medir a aquellos que lograron establecerse, puede que no sea completamente justa, pero es una buena opción. Partiendo de esa premisa, el siguiente en la lista de los venezolanos que -de alguna u otra manera- pudieron consagrarse en el Big Show es Luis Sojo, “el señor de los anillos”.
El primer grandeliga venezolano que se estrenó en la década de los 90, el número 57 en los registros. Cualquiera que revise sus estadísticas puede decir que no fue protagonista en los equipos en los que estuvo. Y es verdad, de hecho en 11 de sus 13 campañas tuvo que ir a los campos de entrenamiento a ganarse un puesto. Pero eso solo añade aplomo a su historia. Además, hay algo que no le pueden quitar y es que es uno de los pocos jugadores de Grandes Ligas que ganó cinco veces la Serie Mundial. Como él mismo lo dice, “siendo un pelotero del montón, pero con mucho corazón”.
El caraqueño comenzó su camino en Grandes Ligas el 14 de julio de 1990 con la camiseta de los Azulejos de Toronto. En esa campaña disputó 33 compromisos, en los que bateó para .225. Al año siguiente pasó a los Angels de California para vivir entonces sus primeras dos contiendas de al menos 100 juegos, yendo siempre de menos a más. Muchos pudieron pensar entonces que estaba consagrándose en ese club, pero cambió de piel una vez más. Volvió a Toronto en el 93 y, aunque no pudo mantener su rol de jugador de todos los días, ahí ganó su primer anillo de campeón.
De 1994 a mediados de 1996 defendió los colores de los Marineros de Seattle, equipo con el que volvió a tener una campaña de más de 100 juegos y llegó a batear .289. Pero entonces llegó el cambió que marcó un antes y un después en su carrera. Sojo se unió a los Yankees de New York, un equipo en el que estaban Derek Jeter, PaulO’Neill y Bernie Williams, entre otros. Ese mismo año fue campeón con los mulos y terminó esa postemporada con un promedio de .400, pero aquello sería solo el comienzo. El clímax de su historia llegó en 1998, cuando los mulos comenzaron una hegemonía que terminó en tricampeonato (98,99,2000), el último que se ha visto en la historia de Grandes Ligas.
Y no tengan dudas de que tenía que ser así, porque en el 2000 comenzó a jugar con los Piratas de Pittsburgh y fue en agosto que volvió a los mulos, justo a tiempo para ser parte de la historia. Ese era su lugar, tan es así que, tras un año de ausencia, reapareció con ellos en el 2003 para poner fin a su carrera. Terminó finalmente con 671 hits, 261 remolques y 300 carreras anotadas. Pero dejó una huella tan grande en quienes compartieron equipo con él, que todavía su nombre resuena hoy día.