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Luis Salazar, utility de gran valor

La historia de los venezolanos en las Grandes Ligas está llena de nombres que resultan inolvidables, pero si es verdad que hay algunos que parecen pasar por debajo de la mesa, a pesar de que en su época protagonizaron grandes hazañas y dejaron en alto el nombre de su país. Uno de esos fácilmente podría ser Luis Salazar, que seguramente no es el primer grandeliga venezolano que se te viene a la mente cuando hablas de los más destacados, pero sí es verdad que fue uno de los primeros 30 venezolanos que jugaron en Big Show y entre ellos apenas el noveno que tendría una carrera de 10 o más años.

El perfil de Luis Salazar en Baseball Reference lo describe como un tercera base que también jugaba con pericia en los jardines. Pero si vemos más allá, nos daremos cuenta de que jugó ocho de las nueve posiciones disponibles al menos una vez. De sus 1309 juegos 863 fueron en la antesala, 293 en los jardines, 121 en el campocorto, 25 en la inicial, cinco en segunda y un par como lanzador. No, no ganó un Guante de Oro, pero hay muchas reseñas que dan fe de su excelsa defensa y esa capacidad de adaptarse a lo que fuera que necesitase su equipo.

Pero no hablamos solo de un buen guante, de hecho él fue el primer venezolano que en sus primeras dos campañas en Grandes Ligas consiguió batear por encima de .300. Salazar debutó en 1980, con 24 años, y rápidamente se ganó un lugar en los Padres de San Diego. Aunque ese año estaba el mexicano Aurelio Rodríguez como antesalista titular, Salazar disputó hasta 44 compromisos y ligó para .337 con 25 carreras empujadas.

Para el año siguiente el de Anzoátegui ya era el antesalista titular de San Diego. Y fue, de hecho, el segundo jugador que más compromisos disputó con un total de 109, uno menos que el inmortal Ozzie Smith. Ese año conectó un total de 121 inatrapables, incluidos 19 dobles y tres jonrones, empujó 38 carreras y terminó con un promedio de .303. En el año 1983 sorprendió con su poder ocasional, facturando hasta 14 jonrones. A la defensiva lideró a los antesalistas en alcance. Pero su historia en San Diego terminaría al año siguiente, cuando fue enviado a los Medias Blancas de Chicago.

Con los patipalidos en 1985 tuvo una primera campaña destacada con 122 compromisos de 10 jonrones y 45 carreras impulsadas, pero en la contienda siguiente sólo pudo disputar cuatro juegos por una fractura en la tibia de la pierna izquierda. Muchos se dieron entonces su carrera por terminada pero él regresaría en 1987 con el equipo de sus amores los Padres de San Diego y demostraría que todavía tenía mucho por aportar. Tan es así que, después de eso, jugó otras cinco campañas, una con Tigres de Detroit (1988) y cuatro con los Cachorros de Chicago (1989, 1990, 1991 y 1992). En cuatro de esas cinco zafras disputó más de 100 juegos, en dos de ellas conectó al menos una docena de jonrones. En total, 1070 imparables llevaron su firma y 455 carreras se anotaron gracias a él.

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