Al ver el funcionamiento de reloj suizo que ha logrado el técnico brasileño Ricardo Belli en apenas tres meses de trabajo, no queda sino lamentar el precioso tiempo perdido en la tempestad interna, la lucha de egos y las acusaciones de todo tipo que padeció la selección femenina absoluta de fútbol bajo el mando de Pamela Conti. La italiana generó grandes expectativas con su contratación, pues se esperaba que la selección evolucionara tácticamente, pero la verdad no hubo ni salto de calidad ni resultados trascendentes ni orden en el camerino.
En todas las competencias, la vinotinto femenina mostró el mismo fútbol chato, de tirar pelotazos para que en un rapto de imaginación Deyna Castellanos resolviera los problemas en el ataque ganando en el uno contra uno o con un bombazo de media distancia. Se perdió así la gran oportunidad de clasificar al Mundial de Australia y Nueva Zelanda 2023, el verdadero objetivo que debía cumplir la seleccionadora, luego de aquel lamentable empate (1-1) ante Chile que las australes ganaron finalmente en tiros penales (4-2) para quedarse con el quinto puesto de la repesca mundialista.
A diferencia de lo que ocurrió durante el ciclo de cinco años de la italiana, Belli ya sacó a la selección del extravío en la cancha y la trajo a la modernidad. Ahora no se ve a todo el equipo replegado de forma temerosa, regalando la posesión del balón al rival y sin saber qué hacer con el instrumento del juego una vez que pasa a los botines de sus jugadoras. La nueva Vinotinto de Belli presiona la salida del rival con palicación e intensidad, recupera rápidamente el esférico a partir del orden para repartirse la cancha y forzar los errores del rival, generando superioridades defensivas en la mitad del campo. El trabajo táctico del DT también se observa en la sincronización para reducir los espacios que fue particulamente efectiva para anular absolutamente la movilidad de Leicy Santos y Linda Caicedo, dos de las mejores jugadoras del planeta.
Contra Brasil y Colombia, la Vinotinto dominó el control del balón y marcó el ritmo al que se jugaba el partido, mediante la omnipresencia de Dayana y Daniuska Rodríguez, alcabalas para cortar y distribuir balones. A la selección de Belli solo le falta colocar la guinda al pastel sacando todo el brillo a Deyna Castellanos. que hasta ahora le ha faltado una socia para tirar paredes, recibir al espacio y liquidar. Contra Bolivia y Paraguay es de esperar que la selección exhiba más profundidad en los avances, pues está obligada a ganar y conseguir el mayor número de goles posibles para mantener su chance de clasificar a las semifinales.
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Deyna: de prima donna a voz coral
El regreso de Deyna Castellanos a la selección nacional es una muestra de que bajo el mando de Belli se pasó la página de las polémicas internas y se inició un nueva ruta, en la que el técnico es quien manda en el camerino. El excesivo protagonismo de Deyna, que bajo el ciclo de Pamela Conti asumió responsabilidades que no le correspondían y que solo sirvió para erosionar su imagen y liderazgo, ha sido superado para bien del grupo.
En lo futbolístico, Belli también descargó de peso los hombres de la principal referente del fútbol femenino. Ya no es la prima donna del equipo, que tenía que iniciar y finalizar las jugadas; ahora es una voz más en el fútbol coral que busca implementar el técnico amazónico.
El juego en la mitad del campo pasa por los botines de Daniuska Rodríguez, quien fue el eje del equipo en los choques ante Brasil y Colombia. Es la pieza que ordena la salida limpia, la que reparte las cartas y la que recupera más balones ubicada siempre en el lugar preciso para anticipar a las rivales. También pisa el área rival par soltar sus latigazos de pierna derecha como hizo con el riflazo que estremeció el travesaño neogranadino.
En este nuevo papel que tiene Deyna solo falta ajustar los movimientos en el ataque para que Oriana Altuve, Mariana Speckmaier, Ysaura Viso y Joemar Guarecuco generen esas pequeña sociedades y traduzcan en goles el dominio de los partidos de la Vinotinto.
La humildad es un ingrediente esencial del softbol para ser campeón del mundo
La histórica conquista de la selección nacional de softbol al titularse campeona del mundo en la Copa de Prince Albert en Canadá tiene dos ingredientes esenciales que deben utilizar otros equipos del país, muy especialmente la Vinotinto masculina absoluta. Humildad y trabajo en equipo son las palabras que repiten una y otra vez los campeones mundiales de softbol para explicar las razones que les permitieron derrotar a tres potencias universales de este deporte: Argentina, número 1 del ranking y campeona en la cita mundial de Praga, Chequia 2019; Estados Unidos, pentacampeona del evento; y Nueva Zelanda, la más ganadora de la historia con siete títulos, cinco subcampeonatos y dos bronces en sus alforjas.
Pero la humildad de la que hablan no es una pose, sino una forma de entender la vida. Ninguno va por ahí con ínfulas de estrella, respetan a los aficionados, se toman fotos y estampan autógrafos con una sonrisa de agradecimiento como se vio en Canadá. Engelbert Herrera y José Dorantes, por ejemplo, llevan a su natal Paracotos tatuada en el alma; no se olvidan de que allí comenzaron a jugar pelota y siempre ayudan a la comunidad.
Los jugadores de la Vinotinto que al terminar los partidos salen del camerino directo al autobús, fingiendo que escuchan música en sus aparatos estereofónicos para no saludar a los aficionados ni detenerse a responder las inquietudes de los periodistas que le siguen los pasos, deberían aprender de estos verdaderos campeones del mundo. Estos jugadores no están peleando por un repechaje, no señor. La selección de softbol masculina ha clasificado a 11 mundiales, tiene oro, plata y bronce en sus vitrinas, y ninguno pierde su esencia de venezolano sencillo con los pies en la tierra.