No va a ser, pero cómo se parece. Un equipo inglés, otro de Francia. Son tan diferentes en sus concepciones de juego y en la busca de sus objetivos, pero también son tan iguales. Iguales en la manera como despacharon sus partido de semifinales, pasando de largo, mirando hacia las gradas porque sus adversarios poco los molestaron.
El Chelsea “mató” temprano al inspirado Fluminense; desde los primeros minutos le enseñó los dientes y lo puso en su verdadero lugar. A su vez, el París Saint-Germain trajo a la memoria a aquella Holanda del Mundial de Alemania 1974: futbol de todos, fútbol para todos. Tuvo la pelota, hizo triangulaciones, no dejó pensar al Real Madrid, y como curiosidad, casi siempre tuvo el balón en su campo; y no porque el rival lo acosara, sino porque lo estaba llamando para hacerle ver su incapacidad de miércoles en la tarde. Y como a la Holanda recordada, sin tener en el equipo jugadores superdotados, sino aquellos que entendieron en profundidad su labor generosa y de sacrificio pleno…
Y si algo también tuvieron en común estos dos equipos, fueron sus tropiezos en la andadura hacia la final del Mundial de Clubes, y luego su esperada crecida en los partidos decisivos. El Chelsea no tuvo respuestas ante el Flamengo en ese 3 a 1 que lo dejó mal parado; y el París, cuando no pudo descifrar al Botafogo en aquel 1 a 0 que extrañó, porque estaba cayendo derrotado el monarca de Europa. Entonces el fútbol brasilero estaba reivindicando los descalabros de su selección nacional, pero sin que pudieran ir más allá de lo cumplido por el Fluminense al presentarse con dignidad y alta moral en la tanda de semifinales…
El partido de la gran decisión planteará el antiguo enfrentamiento entre ingleses “ye, ye, ye” y franceses, “oh la la”. Se cuidarán, porque cada uno sabe de los recursos y artificios del adversario, que pueden hacer daño al menor descuido de la zaga. Quizás el Chelsea tenga más fuerzas y potencia, su juego es más vertical, pero el París atesora un fútbol más acabado, de más depuración y sutilezas para aparecer fantasmal por todos los rincones del ancho campo. Será un choque de trenes de alta velocidad, de esos que circulan por los rieles de Europa, y que pondrá fin a un torneo que ha terminado por gustar, por complacer a los exigentes, porque han llegado a su final dos clubes que supieron sortear con gracia y buen jugar los obstáculos en sus rutas y que tuvieron conciencia de cumplir como la gente lo esperaba. Sí, como si se estuvieran jugando el trofeo de la Champions League. Nos vemos por ahí.