Los caminos tienen atajos y bifurcaciones. Se anda por uno y de pronto se aparecen otras opciones: ¿por cuál seguimos nuestra andadura? Así ha sucedido en el Mundial de Clubes. Llegaron a semifinales equipos con cuatro ideas de fútbol, cada uno en busca de, a través de convicciones y posibilidades, llegar al objetivo. Si revisamos la manera de jugar de cada uno podemos establecer sus visibles diferencias. Comencemos por el Fluminense. Este equipo, en sus orígenes derivado de la más pura esencia brasilera, se empeñó en establecer su fortaleza defensiva, pero no basado en armar un muro de contención, sino en jugar respetando el buen hacer y sin renunciar a sus puntos de partida. Llegó al campeonato como outsider, solo con mediana pretensión, y ya ven, se empinó hasta instancias decisivas…
Chelsea, escuadra típicamente inglesa y sumergida desde hace algún tiempo en dificultades económicas, ha querido curarse de heridas de guerra, borrar las cicatrices derivas de sus actuaciones irregulares en la Premier League para aspirar a algo más que un cuarto de final; juega en vertical y es bravo en las marcas. Todo lo que suceda de ahí en adelante sería un bálsamo y una mirada hacia un porvenir más optimista. El París-Saint-Germain, envalentando luego de su victoria en la Champions League, apareció en Estados Unidos sintiéndose capaz de todo, hasta de regresar a Francia con la corona puesta en su orgullosa cabeza. Su fútbol, ya sin las figuras que no pudieron otorgarle títulos internacionales, juega un fútbol fluido, con una plasticidad que le faltó en tiempo reciente. Todo podía pasar en el Mundial de Clubes, menos que el Real Madrid no fuera campeón, porque tal ha sido el hábito de vencer que al equipo español no le cabe otra cosa que el gran logro. El Madrid se ufana, con razón, de haber modificado su manera de evolucionar, de hilvanar la construcción de juego desde que Xabi Alonso se hiciera cargo del mando en la cancha…
¿Qué ha pasado, entonces, en el fútbol de hoy día? Estamos seguros de que el cambio mayor ha sido el de la proliferación de imágenes. Perdidos ya los misterios del pasado, la modernidad ha traído la puesta en pantalla y que esta haya derivado en las influencias de los vientos del norte y del sur, del este y del oeste. Europa, aun sin la gracia de los suramericanos copia lo que puede, y lo que puede es bastante; y, a su vez, estos países de América se adhieren a los de aquel lado del mar en sus formas físicas y fútbol de choque. No obstante, unos y otro aún beben en sus abrevaderos, y las decisiones llegan por algún inesperado hecho, o por la insurgencia desde los vapores de la magia de algún geniecillo. Nos vemos por ahí.