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El camino definitivo ya comienza

Hay tantos caminos en la historia humana.

El “Camino de Santiago” es el más transitado por católicos del mundo entero, y el de Sísifo el de aquellos que lo utilizan como metáfora del empecinamiento y el deseo infinito de llegar arriba de la montaña… aunque nunca se llegue.

Uno y otro han de ser los paradigmas de la Vinotinto. El de Compostela para llegar luego de recorrer largos trechos premundialistas, y el del personaje de la mitología griega para demostrar su fe inquebrantable, su empeño en pisar contra todo evento el Mundial de 2026, pero con la diferencia, contra la leyenda de Sísifo, de que ahora sí se puede llevar la roca hasta la cima.

Cuatro partidos marcan el calendario de América del Sur y hay que sacar varias cuentas. Una, optimista que habla de la inmensa posibilidad de 21 puntos cayendo ante Uruguay y Argentina, venciendo a Bolivia y a Colombia. Tiene 15, más 6, da 21: Mundial a la vista.

Otra proyección habla de derrotar al altiplano, empatar con la República Oriental, caer ante el Plata y la Nueva Granada. 15 puntos más 4: 19, posible Mundial. Algunos, más pesimistas, dicen: pasar de largo ante los bolivianos, sufrir derrotas ante uruguayos, argentinos y colombianos. 15 más 3: 18. Difícilmente Mundial.

Son conjeturas fundamentadas entre los sueños dorados y las nubes oscuras, y en el medio, la creencia de los que aún piensan que con un empujoncito se podría cristalizar el milagro venezolano.

Para el partido ante Bolivia habrá sobresaltos. Venezuela, ante la posible ausencia por lesión de Yeferson Soteldo, tendrá que resolver la dificultad para conseguir quien abra boquetes en el lado izquierdo del campo. Bolivia, a su vez, tendrá que ver cómo soluciona el acertijo de varios jugadores suspendidos, pues es sabido que por aquellos predios, tal como en las trincheras venezolanas, no es sencillo conseguir futbolistas de vuelo competitivo.

El partido ante Uruguay será otra cosa, una empresa mucho más espinosa. Los montevideanos, urgidos de victorias para enrumbarse definitivamente al Mundial, van a poner en la cancha del estadio Centenario lo mejor de lo mejor, porque con una derrota se les puede ir la vida. Ahora recordemos: la última visita de la Vinotinto a la capital uruguaya, en tiempos en los que José Néstor Pékerman prometía, fue una derrota de 4 a 1. No son malos presagios, sino la advertencia para que la guerra no la tome desavisada y sin municiones en los fusiles.

Batir a Bolivia sería un estupendo comienzo en los primeros metros de este largo y sinuoso camino, como en la canción de Los Beatles. Pero no hay que desbocarse en entusiasmos; sería una victoria previsible, y que entraría en los cálculos de los tres posibles escenarios. Viéndolo bien, la andadura en verdad no habría comenzado: solo será una estación para tomar impulso. En Montevideo dicen que no habrá Vinotinto que los emborrache.

Y después, ¿qué?

Con toda intención hemos dado pie a los partidos ante Bolivia y Uruguay, aunque por más vueltas que les demos, no serán los que marquen la pauta mundialista. Llegará septiembre y con el noveno mes Argentina y Colombia, dos potros salvajes bravos de domar.

Serán tiempos para festejar o comenzar a pensar, tal como ha sido costumbre venezolana en sus eternas eliminaciones, en el Mundial de 2030.

En estos partidos girarán las posibilidades venezolanas: los argentinos clasificados desde tiempo inmemorial, los colombianos posiblemente necesitados de puntos para entrar a la fiesta. Pero, cuidado: ninguna de estas condiciones pesará en estas selecciones, porque aquí no hay quien no tire a matar. Como pase lo que pase, y como para entonces la Vinotinto aún tendrá posibilidades, será días de fuego, de almas suspendidas por los hilos de la esperanza.

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