El caliente verano llega para todos.
Hasta para los equipos de fútbol, que en pocos días se estarán quemando en el ardor implacable de partidos clasificatorios para el 2026, y para los del Mundial de Clubes, este como encuentro para sofocar las ansias de los cinco continentes y probar en qué lugar del planeta se juega mejor.
En Suramérica se cuecen las seis opciones para Estados Unidos, México y Canadá, en una disputa que envuelve, en un sendero de clavos incandescentes, a Venezuela. Bolivia y Uruguay serán las estaciones que esperarán a la Vinotinto para dar el gran salto y pisar aquel territorio desconocido, para tocar aquella dimensión siempre impensada.
“Días de junio” cantó alguna vez Yordano, y será ahí, en el sexto mes, donde podría estar el eslabón perdido del nunca jamás. Y, casi en paralelo, palpar las innovaciones tácticas que llevarán los clubes a Estados Unidos; siempre hay algo nuevo de qué hablar. Ahora los faroles estarán posados, preferentemente, en el Real Madrid y Xabi Alonso, que aparecerá por primera vez en el comando del equipo blanco como aquel que va a la universidad sin conocer la carrera elegida para iniciar sus andanzas. Mientras, Carlos Ancelotti se ha ido en busca de una nueva aventura. Allá, en Brasil, lo esperan con ansiedades divididas los negados tradicionalistas y los que lo aceptan, alucinados, porque no concibe el fútbol sin la corona.
Y, junto a las nuevas concepciones de juego, el infaltable espionaje, aquella guarida de conspiraciones a espaldas unos de otros. ¿Qué traerá este o aquél, qué jugador le convendrá a mi equipo para tapar el hueco negro de la última liga? ¿Será verdad que es tan bueno como dicen o es solo el humo que no me deja ver?
Pero, atención. Decenas de jugadores tendrán que pegar carreras. Las fechas suramericanas irán del cinco al 10 de junio para de ahí partir de inmediato hacia el norte, que será del 14 del mismo mes al 13 de julio. Ahí veremos a los “jugadores-máquinas” extenuados luego de campañas en Europa y partidos premundialistas, dando lo que les queda de combustible en el tanque para cumplir con decoro.
Uno y otro campeonato tendrán valor. En uno y otro se juega el prestigio futbolístico de cada hombre, de cada nación. Solo que habría que detenerse a pensar en el futbolista, en su exposición, en su agobio, en su físico maltratado por algo más que el dinero envuelto: ¿valdrá la pena tanto?
El calor arrecia y el sol se cuela entre las cortinas de los atiborrados hoteles, habitados por hombres de tantos países. Todos se entreveran y casi no se sabe quién es quién. Por los pasillos caminan jugadores, entrenadores, dirigentes, periodistas, agentes y curiosos. El fútbol se convierte, de deporte, en un universo sin dueños. El fútbol es, en Suramérica y en el Mundial de Clubes, una verdadera democracia. Junio es mes de canchas, sueños y espías.