Decíamos en columna pasada que “algo se acaba, algo comienza” en referencia a las ligas europeas y su cercanía al Mundial de Clubes. Y así va a ser. Equipos del jet set se estarán disputando en Estados Unidos el cetro mayor, mientras que, a sus espaldas, se mueven los actores que darán vida al 2026.
No lo han dicho ni tampoco lo van a decir, pero la reunión multitudinaria de equipos tiene diversas intenciones, algunas muy a la vista, y otra, calladamente, en el sigilo de la punta de los pies, la de desviar la atención y convertir al encuentro que comenzará el junio en el adalid del fútbol universal. Esto, decíamos, nadie lo ha dicho, pero se intuye, se presume, se sospecha; porque si no, ¿por qué ese empeño en promocionarlo? Recordemos el movimiento de hace algunos años, con la insurrección de los amos de las grandes instituciones futbolísticas de Europa para montar una nueva liga, que sería creada bajo el concepto de la multinacionalidad…
Todo esto entra en los vaivenes del fútbol, en esa danza con la filarmónica del dinero tocando con ritmo acompasado. Y, volteando las miradas hacia adentro, vemos que Venezuela es invitada a la fiesta. Ha sido provechoso para el fútbol nacional la incorporación de equipos a los torneos internacionales, la Copa Suramericana preferentemente, pues le ha dado cabida a la buena plata a equipos que hasta hace algunos años solo la veían en sueños de verano.
Pero mal que bien, o bien que mal, las ligas nacionales de cada país siguen siendo el soporte del fútbol, las columnas de hormigón sobre las que descansan los millones de jugadores del mundo entero. Y llegará el momento, si es que no habrá llegado ya en algunos países, en los que sus campeonatos y sus equipos de cada región importarán más que la propia selección. Porque es que el fútbol, más que fanatismos y conveniencias, es fervor regional, amor por lo propio y parte fundamental de una cultura, de todas las culturas…
Y para continuar esta conversación, habría que volver a hablar del 2026. Ese año el fútbol parirá la Copa América y Mundial de Selecciones, y entonces, habrá que incluir en las discusiones entre panas un nuevo motivo para polemizar: si el mejor fútbol lo juega el equipo y el país que gane el de clubes, o si el mejor será el que se lleve el de cuadros nacionales. Será una vaina muy buena, extraordinaria, que solo terminará si uno y otro campeonato los gana la misma nación.
En fin, el fútbol se expande, se estira, y llegará el momento en al que no habrá lugar en los confines del planeta donde no sea el deporte de preferencias, si es que no se aparece otro en competencia; vaya usted a saber. Nos vemos por ahí.