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Chispazos de Yeferson Soteldo mantienen viva la esperanza

Las fuerzas y el oxígeno de la Vinotinto en la altura de Quito se agotaron en un primer tiempo, que había sido de aguante y sudor frío, hasta que Enner Valencia rompió la resistencia nacional con un carambola desafortunada. Un remate sin fuerzas que picó en la grama ante de cambiar el curso y dejar sin chance al arquero Rafa Romo. El primer tanto de los ecuatorianos tiene una razón de ser, una lógica, producto de la dinámica que aplicó el equipo de Sebastián Beccacece, moviendo la pelota de un lado a otro, para minar poco a poco las energías de la Vinotinto y meter el aguijonazo en el momento justo.

Pero el segundo tanto que recibió Venezuela, apenas comenzó el segundo tiempo es imperdonable. No se puede competir al máximo nivel de Suramérica y aspirar a un cupo en el Mundial, cuando se entrega un balón con la impericia cometida por Cristian Cásseres para que Valencia iniciara un contragolpe a sus anchas, con todo el espacio a disposición para castigar por segunda vez el arco de Romo.

Pasan las eliminatorias y los partidos, cambian los protagonistas en la cancha, pero las mismas jugadas de falta de concentración, de flamantes equivocaciones en la salida, se repiten como si la Vinotinto estuviera atrapa en un círculo maligno del que no puede escapar.

De nuevo fue Romo quien evitó una derrota mayor, al tapar con su sagacidad para intuir hacia dónde se mueve el balón el tiro desde el punto penal de Valencia, un incordio durante los noventa minutos, a quien el arquero había derribado poco antes para subsanar otra desatención de sus compañeros en la zaga.

El plan defensivo de Batista con una doble línea de cuatro se hizo pedazos y tuvo que recurrir a la inventiva de Yeferson Soteldo para cambiar la dinámica. El diminuto mediocampista es la mejor arma que ha exhibido la Vinotinto en la eliminatoria. Su clase para cobrar pelotas detenidas produjo el gol del descuento de Jhonder Cádiz y luego Soteldo casi empató con un bombazo cruzado que desvió el arquero meridional. Esta reacción en los minutos finales es un pequeño alivio en medio de esta quinta derrota en la eliminatoria. Queda la esperanza de que con Soteldo en acción, el fútbol y los goles surgirán de sus botines para renacer ante Perú y Bolivia.

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En Maturín se juegan a Rosalinda

Como nunca antes en la historia de la selección nacional de fútbol, los partidos de local en Maturín serán la llave de paso para abrir o cerrar definitivamente el agua clara y fresca para ir al Mundial de 2026.

La derrota 2-1 sufrida por Bolivia ante Perú en Lima se conjugó a favor de los intereses del equipo del Bocha Batista. Porque Venezuela quedó de nuevo al acecho de la Verde, por ese séptimo puesto que da derecho al repechaje, y lo que ocurra en el estadio Monumental sentenciará el destino de la selección.

El técnico argentino sabe que su futuro y el de la Vinotinto están atados al resultado del choque del martes ante Perú. Ganar ese partido, aunque sea por medio gol a cero, es crucial, pues sería poner una cruz en la sepultura del equipo inca para jugarse el todo o nada por Rosalinda en el siguiente duelo del 6 de junio ante los altiplánicos.

No hay excusa válida para fallar en ese par de desafíos. Hombre por hombre y a nivel colectivo, la plantilla de Venezuela tiene más jerarquía internacional que las de Perú y Bolivia. En el choque del martes, además, Batista recupera efectivos en la defensa, como el suspendido Jon Aramburu, una fiera para morder por cualquiera de las dos bandas. Por todo ello, el respaldo de la afición también tiene que marcar diferencias. Habrá que empujar al equipo hasta reventar, porque el boleto al Mundial también se gana desde las tribunas.

Ahora o nunca para que Bocha Batista saque a flote a la mejor Vinotinto

Si en el choque en Quito la circunstancia del partido jugado en los 2800 metros de altitud obligaba a amar una doble línea de cuatro para cerrar espacios e intentar negarle líneas de pases a Ecuador, en casa el planteamiento del Bocha Batista debe ser diametralmente opuesto. Venezuela tiene que recurrir a sus mejores argumentos en ataque: el desborde por los costados de Yeferson Soteldo, Bello y Savarino para generar situaciones de riesgo que aprovechen Salomón Rondón o Jhonder Cádiz en el corazón defensivo incaico.

El choque contra Perú es la última oportunidad del técnico argentino para demostrar sus conocimientos en el banquillo y revivir la esperanza mundialista de Venezuela. Una derrota o el empate mismo pondría fin al proyecto de clasificación a la cita de 2026 que la Federación Venezolana de Fútbol ha edificado con tanto afán y meticulosidad alrededor del Bocha, a quien le han dado todos las facilidades para armar una selección competitiva.

La principal labor del entrenador es elegir a los mejores y colocarlos en la posición en la que pueden ser de utilidad para un mayor rendimiento colectivo. Pero hasta ahora, el Bocha está en deuda en esa materia. No ha podido integrar un once de gala, que tenga el sello de autor del DT Argentino, como si lo encontró muy rápido la selección paraguaya de Gustavo Alfaro, que desde su llegada acumula cuatro victorias consecutivas y se adueñó del sexto lugar de la clasificación directa.

Pero no todo depende del técnico y de sus instrucciones tácticas. Al fin de cuenta son los jugadores los que entran en el césped para tomar decisiones y ejecutar las acciones. Ya no hay más tiempo. Es ahora o nunca cuando debe aparecer el mejor fútbol de la Vinotinto.

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