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Cuando en Quito se juega la vida

Es curioso darse cuenta de cómo las historias pueden repetirse. Esta vez es metafórico, pero no deja de ser una paradoja del tiempo.

Para Quito viajaba y se jugó la vida Antonio José de Sucre cuando fue emboscado en Berruecos, y en Quito también se juega la vida en una trampa la selección Vinotinto y su ferviente deseo de llegar al Mundial. Quito ayer, Quito hoy.

Con bajas notables, con ausencias que pican en el corazón del equipo, Venezuela asumirá en la capital del Ecuador un partido que será la llave que abra los portones de su ambición. Luego de este tendrá que escribir en el libro mundialista cinco capítulos más, pero creemos que ninguno tendrá la trascendencia del próximo viernes. Los ecuatorianos acechan, esperan agazapados en su guarida quiteña, porque para ellos también tendrá el partido un significado especial y por eso sacarán surcos a la tierra: vencer les podría significar la entrada triunfal a su quinto Mundial.

Pero si cambian los destinos, si se voltea el bumerang y es Venezuela la triunfadora, sería como encender la luz en la oscuridad en la que por ahora y según los últimos resultados vive el equipo nacional. El seleccionado tendrá que obtener victorias, ofrecer satisfacciones a aquel, que es todo el país, y darle aquellas pequeñas cosas que les permitan tomar aire, dejar de mirar el arco iris en blanco y negro…

No estará Jon Aramburu, trasfigurado por sus actuaciones en España con la Real Sociedad en figura indiscutible de la Vinotinto; su ausencia va a doler en el alma nacional. Y pensamos que será el único jugador que verdaderamente haga falta, el único que dejará un “agujero negro” en la cancha, porque el vacío que pueden dejar los demás venezolanos ausentes, parejos en calidad, no es particularmente sensible. Excepto el de Aramburu.
Sin zagueros centrales alejados por diferentes lesiones, sin centinelas guardianes de la zona más sensible del campo Vinotinto, el técnico Fernando Batista tendrá que mover piezas en el tablero de su cabeza para armar la jugada maestra y dar el jaque mate a las embestidas de Ecuador.

A esta hora, válganos, no se sabe quiénes serán los hombres de custodia; hay golpeados, magullados, pero el escaso tiempo que falta lo dirá muy claro.

Tratar de descifrar el mapa del partido será un enigma comparable con aquel que se adentra en los andenes de un laberinto por descifrar. Lo que se sabe por lógica elemental es que Ecuador va a seguir siendo honesto con su fútbol, es decir, ir encima del adversario con su concepción caótica del juego para no dejarlo respirar. Y que Venezuela, cauta, corriendo solo los riesgos mínimos aunque siempre muy alerta, lo va a esperar con las armas cargadas y las municiones a buen resguardo.

De ahí en adelante que sea lo que Dios quiera, lo que el fútbol decida, y que los astros alineados dibujen en el cielo al fin el color Vinotinto.

Ante Perú, con carga completa

Luego de tragar grueso ante Ecuador, llegará a Venezuela la selección del país de los incas; para la Vinotinto habrá en esa jornada ante Perú magníficos augurios.

Regresarán a la alineación tipos como Jon Aramburu, Alexander González y posiblemente algunos de los lesionados que no estarán en el partido del 21. Y con la carga completa, con todas las cosas en su santo lugar, no podrá haber justificación.

Para mantener encendida la hoguera de la esperanza, Venezuela tendrá que triunfar en los tres partidos a jugarse en sus cuarteles, arañar algún logro en sus viajes por Suramérica, y depender de combinaciones de los demás para poder alzar el gran vuelo.

Pocas veces como ahora el Mundial se ha visto cercano; y pocas veces, como ahora y como en un artificio de espejos, las dudas con la selección se han reflejado en la tambaleante fe de la gente.

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