No sabemos si Fernando Batista juega al ajedrez, pero algo así parecido al tablero del ancestral acertijo es lo que ahora tendrá que armar para solventar las dificultades defensivas de la selección VInotinto. ¿Cómo hacer ahora, cuando pilares del equipo no estarán disponibles para la gran batalla en las alturas de Pichincha? Porque a su manera, disputar el partido ante Ecuador será, jugando a la imaginación y haciendo un símil con la historia, como aquel enfrentamiento de los patriotas venezolanos contra el yugo español.
Como si fuera poco, y como si nunca hubiera pasado, la Vinotinto irá al choque con desventajas notorias. En tiempos remotos era porque su inferioridad futbolística era manifiesta; ahora es porque hay ausencias irremplazables, aquellas que le abren al equipo un boquete del tamaño de un volcán, como el propio Pichincha…
Para que los males sean males de verdad, no estará por suspensión de tarjetas Jon Aramburu, paladín indiscutido de la franja derecha. Convertido en un lateral de bandera, sus embestidas como las de los toros bravos de Miura, asustan; tampoco Alexander González, también impedido por amarillas. Y para que la situación duela con todo el dolor posible, tampoco jugarán por diferentes lesiones los centrales Wilker Ángel, Yordan Osorio, Nahuel Ferarresi y Rubén Ramírez.
¿Ya se fijaron? Son todos hombres de la zaga, ese bastión que en un partido en Quito en el que las arremetidas ecuatorianas van a ser como erupciones del volcán Cotopaxi. Entonces, por eso hablábamos del ajedrez. Las noches han de ser insomnes para el técnico nacional armando en su memoria no al equipo ideal, sino al equipo disponible…
El gran día se acerca, y consciente de la avalancha en puertas Batista llevará al grupo a Bogotá. La derrota de hace unos meses ante Bolivia ha servido de escarmiento, de llamado a la urgencia de abrir los ojos para salir al ruedo en las alturas de la geografía suramericana. Ecuador y Venezuela ya se enfrentaron en Maturín con aquel empate sin goles, pero esta vez, estamos seguros, será muy diferente. Porque si hay una selección que se transforma y cambia de color cuando le corresponde jugar en su territorio, esa es la ecuatoriana.
Son un poco alocados, pareciera que sus jugadores pelean los partidos en medio de un caos, pero no es así; ese, su desorden, es su orden. La Vinotinto tendrá que asumir el partido con pie de plomo, porque será ahí donde estará su oportunidad. Estamos convencidos de que si Venezuela gana en este lance, habrá dado un gran paso hacia la meta mundialista. Vencer a Ecuador será, como el de los patriotas en Pichincha, el premio mayor. Nos vemos por ahí.