La peregrina idea de que la vía rápida para conseguir selecciones menores más competitivas se encuentra en la captación de jugadores formados en el extranjero se volvió a topar de bruces con la realidad, tras la temprana eliminación de la Vinotinto en el Suramericano sub-20.
El cuerpo técnico encabezado por Ricardo Valiño se dio a la tarea de buscar por el mundo entero lo que probablemente tenía al alcance de la mano en los clubes de la Liga Futve. Ninguno de los futbolistas desarrollados en otros países, que Valiño incorporó a la Vinotinto sub-20, marcaron una diferencia sustantiva en el torneo. La apuesta por los Yiandro Raap (PSV), Luis Balbo (Fiorentina), Nicola Profeta (Deportivo Cali), Víctor Fung (Inter Miami II) o Alessandro Milani (Lazio) fue un desperdicio de tiempo y de dinero, porque estuvieron lejos de ofrecer un rendimiento deslumbrante que justificara su presencia en la selección, por encima de los chamos que son formados en los clubes nacionales.
La eliminación de la Vinotinto, claro está, no es responsabilidad de estos jugadores que aceptaron defender a la selección nacional y dieron su mayor esfuerzo por conseguir los triunfos.
Sin embargo, los resultados obtenidos obligan a la Federación Venezolana de Fútbol y al cuerpo técnico a reconsiderar su estrategia de escauteo, porque existe una enorme contradicción en los planes que ejecuta la FVF con la política de búsqueda de talentos de Valiño y sus asistentes.
¿Qué sentido tiene que los clubes venezolanos inviertan cuantiosos recursos en las diversas categorías de formación, que la FVF organice cada año la Liga Futve Junior, y que se realicen sopotocientos módulos de preparación en Venezuela, si luego Valiño desestima este trabajo a la hora de la convocatoria definitiva?
Más grave aún fue la ausencia de una propuesta de juego trabajada en las transiciones ofensivas. La Vinotinto de Valiño retrocedió a los oscuros tiempos del balón largo efectivo de César Farías. Evidenció un fútbol precario, sin elaboración y falto de ideas en la mitad del campo para crear jugadas.
En ese sector, el Tuti Andrade recibió erradamente la responsabilidad de ejercer de creativo, desaprovechándose así su habilidad para definir, cuando se mueve en las proximidades del arco rival. En descargo de Valiño, hay que admitir que la ausencia de la zurda magistral de David Martínez, el mejor futbolista criollo de esta generación, retenido por Los Ángeles FC de la MLS, impidió tener ese toque de distinción para marcar el ritmo, organizar y distribuir el balón con criterio. En cualquier caso, el fracaso en el Suramericano es una lección para Valiño que debe creer más en los Martínez que surgen en el fútbol nacional.