pocas cuentas se pueden sacar del partido de Venezuela ante Estados Unidos, el pasado sábado en la tarde, pues su atmósfera ni siquiera se acerca a imágenes que reflejen la exigente competencia del Premundial Suramericano. Fue un capítulo de selecciones que no son, digamos, porque fue un choque casi pleno de jugadores, en el caso de la Vinotinto, para experimentar el porvenir cercano.
El equipo nacional se podría partir en dos: aquellos hombres que por su categoría, su experiencia en las canchas podrían asumir la empresa camino al Mundial del 2026, y aquellos muchachos que, claramente y por ahora, tendrán que esperar un nuevo amanecer. A ellos se unen los que aunque se han curtido en el fútbol, quizá, y a menos que levanten el vuelo de sus mejores días, ya no estén para las causas mayores; aquí entran Juan Pablo Añor y Roberto Rosales. No es posible decir lo mismo de un tipo como Wuilker Fariñez, quien de vuelta al arco, su hábitat natural, pidió paso en la selección nacional…
Estados Unidos tuvo momentos de superioridad, de arrollamiento, pero como decimos al comienzo, esa es una cuenta que no se debe sacar. Sobre todo en pasajes del partido en el que la zaga venezolana se vio menos, desbordada, especialmente por el estado físico de los jugadores del norte. Ya sabemos que en ese país los atletas de todas las especialidades tienen en la preparación muscular y sicológica la mayor prioridad, y en esos ratos mencionados se notó con suficiencia.
En el equipo Vinotinto resaltó, entre aquellos jugadores no habituales, Gleiker Mendoza, y por momentos, Jorge Yriarte, autor del gol. Se vieron determinados, capaces, y aunque esto no se puede considerar definitivo, sí ofrecieron pistas de ir a más. Los demás, a esperar…
En inevitable que el pensamiento vuele hacia Salomón Rondón, Jefferson Savarino, Yeferson Soteldo, José Martínez, los siempre imprescindibles en el seleccionado Vinotinto.
Es el impulso primario hacia aquellos hombres que por su mil veces probado compromiso se han grabado en la memoria de la afición. Sí, esto hay que reconocerlo, pero también recordar que la selección debe buscar su segundo frente, su ejército de retaguardia, aquellos jugadores que vendrán después. ¿Estarán entre los que enfrentaron a los estadounidenses, habrá en ellos la capacidad de suplir a los que hoy y desde hace algún tiempo son considerados figuras nacionales? Marzo se aproxima, y por ahí, en Quito, espera Ecuador. Será entonces tiempo de certezas, de realidades por sueños. De Rondón, Savarino, de Soteldo, de Martínez. Tiempo de afrontar la verdad-verdadera.
Nos vemos por ahí.