El que juega sin presión, vence sin temor. En el primer choque de la Gran Final del beisbol venezolano Bravos de Margarita pegó primero y sacudió el favoritismo que acompaña a Cardenales de Lara. ¿Cómo?, jugando el beisbol del librito, el que nadie ha visto, pero todos hemos citado alguna vez, el que le hace siempre un guiño a los principios más básicos del juego.
Atacar temprano, capitalizar los parpadeos del rival, tener a tu abridor al menos cinco innings, maniobrar con pinzas el bullpen y defender con pericia. Ese es el juego de los Bravos de José Moreno, que ya en ese primer careo lograron silenciar a las más de 15 mil personas que dijeron presente en el Antonio Herrera Gutiérrez de Barquisimeto. Pueden irse tranquilos al fortín de Guatamare, donde son particularmente peligrosos y han ganado, a lo largo de la campaña, 23 de sus 36 enfrentamientos.
La confianza es plena en el grupo porque sí, el equipo está debutando en estás instancias, pero entre sus peloteros hay mucha experiencia. Wilson Ramos, que juega su campaña de despedida, fue campeón con Tigres y Leones; Alexi Amarista se tituló tres veces con Caribes; Félix Doubront besó la gloria con Magallanes y Herlis Rodríguez hizo lo propio en cuatro oportunidades con Tigres, Águilas, Cardenales y Caribes. ¿Inexpertos?, no creo.
Experiencia de sobra hay en ese grupo, en el que quizás no hay nombres demasiado rimbombantes, pero hay conocimiento de juego y como decimos los venezolanos hay mucho “guáramo”. Además, acá entre nos, no tienen nada que perder, pero si mucho que ganar. Pase lo que pase esta será la mejor campaña de su historia y sentará un precedente, al próximo año llegarán como uno de los equipos a vencer y no como ese al que siempre le falta el centavo para el peso. Como quiera que sea van ganando.
Distinto, muy distinto, es el caso de Cardenales, que está jugando su final número 20 y la séptima de los últimos 10 años, en los que solo han podido ganar en dos ocasiones. Ahí, donde se dice que está el favoritismo, está la verdadera presión. Una necesidad real por cambiar la historia y dejar de lado esa etiqueta de subcampeón, que para ellos ya duele.
Son más fuertes, tienen más estrellas, tienen mucha más experiencia, fueron más contundentes y batearon mucho más todo el año. Sí, pero eso ya no importa. La cuenta se reinició, las estadísticas volvieron a cero y comenzó una nueva batalla, que siempre se dice que ganará el que menos errores cometa, pero esta vez va más allá de eso, está vez ganará el que menos se deje afectar por la presión. Pero, claro, se dice y se escribe más fácil de lo que verdaderamente es.
Así que amanecerá y veremos.