No hay quien en estos tiempos no se haga promesas. Llega el nuevo año y los deseos de crecer se oyen en la voz de cada amigo que encontramos y que, luego del abrazo de “feliz año”, no nos diga “no haré mas esto… no beberá un trago más…. este es el año de…”. Casi ninguno de estos deseos, por ser optimistas y no decir ninguno, se cumplen. La inmensa mayoría caen en el mar de los olvidos, porque el día a día de la vida, de las cotidianidades, se lleva por delante y sin piedad aquellos deseos que, en el fondo, a menudo son solo palabras vacías.
El fútbol también entra en el pozo de los deseos, aunque con la certeza de que aun es posible bregar y conseguir un lugar en el Mundial de 2026.
Marzo será el mes de renacer, de la vuelta a aquellos días del comienzo del Premundial cuando todo era, cómo no, promesas. Fueron tiempos de creer que la Vinotinto era una selección invulnerable, capaz de vencer a cualquiera. Los resultados posteriores amargaron aquellas ideas triunfalistas e hicieron recapacitan a los aficionados acerca de las verdaderas posibilidades. Pero allá adentro, en lo profundo de los sentimientos, la creencia ha seguido viva, invicta, porque se sacan cuentas y venciendo en los tres partidos en tierra propia y arañando algún punto en Quito, Buenos Aires o Montevideo, todo será posible.
El fútbol es el mentidero de los decires, la ronda del comentario fugaz; hoy es uno, mañana es otro. Decimos esto por todo lo que hoy rodeo a Jefferson Savarino y su posibilidad de emprender la aventura europea.Se habla de clubes de Italia y Francia, aunque parece ser que ha sido el Sevilla el que ha mostrado un verdadero interés.
Sin embargo, estos rumores no siempre terminan felizmente; en Europa cuesta conceder virtudes a los jugadores venezolanos, porque este es un país, dicen, “de beisbolistas, mises y petróleo”. Por Savarino se liga, porque llegar al equipo sevillano, aun viviendo este horas bajas, sería todo un adelanto para Venezuela y un paso trascendente para los ánimos para la selección nacional.
A sus veintiocho años de edad, Savarino debe apurar. Ya sabemos como andan las cosas en el continente europeo, que parece que solo tienen ojos para los chicos de veinte. La advertencia vale también para Yeferson Soteldo, también en sus veintiocho. A los
jugadores venezolanos les cuesta llegar más jovenes, pues, y sin que se sepa la razón exacta, el proceso de maduracion es a menudo más lento. Entonces, puede ser que Savarino tenga un pie en Suramerica y el otro en la “madre patria”.
Nos vemos por ahí.