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Avanzar no basta, pero se celebra

El deporte muchas veces es cruel, no basta cuan maravilloso fue el recorrido si al llegar a la meta no se cumplen los objetivos. Por eso es famoso aquel dicho que reza, “no importa cómo se empieza, sino cómo se termina”, porque en el caso del beisbol venezolano los resultados de diciembre son apenas la mitad del recorrido, la carrera se achica en enero, cuando todo empieza de cero, y al final el título no es un premio a la consistencia, sino al mejor remate.

La exigencia es abrumadora, especialmente para los eternos contendientes como es el caso de Cardenales, que el fin de semana se convirtió en el primer equipo clasificado a postemporada al llegar a 30 triunfos y sacarle hasta dos juegos de ventaja a su perseguidor más cercano.

Para los larenses es su novena postemporada consecutiva, lo que supone que hay que retroceder hasta 2015 para encontrar un enero sin ellos.

Desde entonces han disputado seis finales, cinco de ellas consecutivas (entre 2016 y 2020), pero han alzado el título solo en un par de ocasiones.

Es ahí, al momento de hablar de resultados, cuando se duplican las exigencias. Entre aficionados, donde no hay espacio para la sutileza, se les señala como el eterno subcampeón y les sugieren que avanzar no basta. Es cierto, pero claro que deben celebrarlo.

Este no ha sido un año normal, a mediados de noviembre estaban fuera de la clasificación con un récord 9-12, que solo era mejor que el de Caribes de Anzoátegui (9-16), y en el que se han apoyado más en el pitcheo que en la ofensiva.

El cuerpo de lanzadores que dirige el manager Henry Blanco es, por lejos, el mejor del campeonato con una efectividad colectiva de 3.79 a razón de 185 carreras limpias permitidas en 439 episodios. Ninguno de los otros siete equipos está por debajo de 4.80.

La ofensiva en cambio es la más discreta del torneo con un average de .280, el segundo más bajo que ha registrado el equipo en esas nueve clasificaciones al hilo. Pero eso si, en ese 2018 en el que ligaron .274, fueron quintos en promedio, no octavos, sencillamente era otra liga.

Y es ahí donde toma más mérito lo que han hecho este año porque han movido sus fichas, tanto como ha sido necesario, y se han apropiado de otros recursos para ser superiores. Ejemplo de ellos son sus 85 bases robadas, una cifra que le hace un guiño al récord de la liga, las 98 estafadas del Zulia en 1983.

Han jugado un beisbol pequeño, clásico, que se aleja de esa nueva tendencia en la que todos son jonroneros. Saben que falta mucho, saben que la exigencia con ellos es doble, pero están en su mejor momento y merecen celebrarlo

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