No hay uno indiscutible. Ninguno está por encima de los otros. Viven sus gestas en deportes diferentes, pero sus dimensiones son incomparables por igual. ¿Por quién votaremos?, ¿cuáles serán los argumentos para defender, con armadura de caballero de la edad media, a uno y a otro? Las discusiones tendrán razones encendidas, y no todos quedarán con sabor dulce en sus alientos.
Hasta hace poco no había diferencias: Miguel Cabrera se lo llevaba casi todo; después Yulimar Rojas. Uno se fue de los campos de grandes ligas; la otra, impedida por una severa lesión, viendo con tristeza desde casa los Juegos Olímpicos de París. ¿No se podrá premiar a los tres colosos de 2024? ¿La historia del premio mayor registrará un caso así? ¿Se recuerdan polémicas de este tamaño? Líder en jonrones de su equipo y agente libre cotizado hasta el cielo, campeón bate por tercer año corrido, por primera vez un venezolano campeón de la Copa Libertadores…
Anthony Santander fue un insurgente que llevó a los Orioles de Baltimore hasta el puerto seguro de la victoria con sus 44 jonrones. Luis Arráez emuló a los grandes paleadores que haya dado el país, y de sus pergaminos en la punta del bate pueden hablar en las dos ligas donde ha demostrado ser el palo mayor.
Jefferson Savarino ha sido un futbolista sin parangón, con goles y asistencias convertido en punta de lanza de un equipo que, como el Botafogo, encontró en el marabino su luminosa contribución. Esto se va a encender; elegir al Atleta del Año va a ser como los batazos de Santander y Arráez, y los goles de Savarino; será como antorchas llameantes que nadie se atreverá a tomar.
Quizá, como ha pasado otras veces, algunos se decidan por el deporte al que son adeptos y dan cobertura, que es una inclinación natural. Otros, tratando de pisar firme en el continente de la justicia, querrán evitar sus tendencias e inclinarse más allá de sus preferencias. Ah, el periodismo en una nueva encrucijada: ¿por quién votará el redactor de esta columna?…
Olvido: en el trabajo de lunes antepasado (25 de este mes), en que hablamos del libro “La Vinotinto, metáfora de un país soñado” de la autoría de quien ahora escribe, las trampas de las urgencias del periodismo nos llevaron a olvidar el prólogo y a su autor. El texto mencionado es de Fernando “Colorao” Aristeguieta, ahora director técnico del Caracas, es una pieza que vale la pena leerla. Está sabiamente escrito por alguien, que además de gran jugador que ha vivido el fútbol en sus entrañas, es un fino narrador de historias.
Nos vemos por ahí.