La enorme ventaja de jugar en su templo de Pueblo Nuevo con 35 mil aficionados empujando desde las tribunas esta vez fue desperdiciada por el Deportivo Táchira en el primer duelo de la final ante Carabobo. El empate 1-1 en San Cristóbal fue muy poco para un cuadro repleto de talentos que venía mostrando una enorme superioridad sobre todos sus rivales en este segundo semestre del año, incluyendo al Granate al que le endosó un soberbio 4-1 hace un par de domingos para coronarse en el Torneo Clausura. Pero la diferencia en este nuevo enfrentamiento entre ambas oncenas estuvo en el banquillo.
El técnico del Carabobo estudió al detalle el funcionamiento del carrusel aurinegro y planteó un partido muy inteligente para reducir al mínimo los daños que podía generar el poderoso ataque del aurinegro y exprimió hasta el máximo las escasas posibilidades que tenía para lastimar.
Diego Merino ganó con notas altas la batalla táctica al novel asistente técnico del Táchira, Eduardo Pérez Greco, que careció de respuestas para superar el embudo diseñado por el entrenador español que desactivó en la mitad del campo el triángulo mágico de Maurice Cova, Daniel Saggiomo, Carlos Sosa. Carabobo aisló a Cova y lo obligó a recibir lejos de la zona de creación, por lo que el cerebro del ataque tachirense no pudo asociarse con Saggiomo y Sosa y tampoco llegó al área liberado de marcas para desplegar sus habilidades de matador, como hizo a lo largo del campeonato.
La presión que ejercieron Robert Hernández, Edson Tortolero y Juan Camilo Pérez para negarle líneas de pases limpias a Saggiomo y Sosa, evitar que Nelson Hernández y Roberto Rosales desplegaran sus alas por los costados e impedir que los laterales de Carabobo, Marcel Guaramato y Miguel Pernía, fueran víctimas de superioridades numéricas resultó esencial para el Granate.
En el ataque, Merino también aprovechó por segundo juego consecutivo los movimientos que Carabobo realiza de memoria y Pérez Greco no supo anticipar, pese a que su equipo fue víctima de esas mismas acciones en la final del Clausura. El desborde de Robert Pérez por la banda para juntar defensores, abrir espacio y meter el pase a Gustavo González en el área volvió a hacer daño al Táchira.
El mediocampista zuliano es uno de los jugadores más efectivos con espacio y tiempo para rematar. Con una gran calidad técnica, convirtió uno de los mejores goles de la temporada que abrió las puertas para que Carabobo sueñe con alcanzar su primera estrella. En un Misael Delgado que seguramente estará a reventar, el Granate ahora está en mejores condiciones para completar la inédita hazaña.