Sobrevivir en Pueblo Nuevo es una misión casi imposible para los equipos que han visitado el tempo sagrado de San Cristóbal en el segundo semestre de la temporada. Ninguno de los rivales que enfrentó el cuadro aurinegro de local consiguió la fórmula de desarbolar el sistema defensivo armado por el técnico Eduardo Saragó para arrebatarle tres puntos en el torneo Clausura. Apenas Caracas y Zamora pudieron dividir honores (1-1) en Pueblo Nuevo, mientras que el resto sucumbió en su intento de salir bien librado.
Del equipo que ahora dirige Edgar Pérez Greco, en su condición de asistente técnico, pues no puede ser inscrito como titular del banquillo hasta tanto la directiva aurinegra no cancele la deuda pendiente con Saragó por los premios y el contrato que lo vinculaba hasta 2025, se alaba siempre el portentoso ataque que comanda el mediocentro Maurice Cova, pero una de sus mayores virtudes está en su capacidad para las transiciones defensivas.
Táchira solo ha recibido la minúscula cifra de 10 goles en 20 partidos, es decir menos de un tanto por juego, lo que ha sido posible por la fortaleza que erige cuando pierde el balón y le toca retroceder.
Su primer escudo es la presión que realizan sobre los conductores rivales para obligarlos a jugar rápido y provocar equivocaciones que son el manjar del que se alimentan luego Carlos Sosa, Daniel Saggiomo y Brayan Castillo para recuperar la posesión y encabezar la avanzada ofensiva aurinegra. Si pasan esa primera línea de presión, luego Táchira tiene una alcabala que en el mediocampo que dirige el vikingo Leandro Fioravanti. El argentino le sobran pulmones y piernas para cubrir amplios espacios, ejercer vigilancias para cubrir las espaldas de Maurice Cova y, hasta sumarse al ataque para aportar su firme pegada de pierna derecha. En la última línea, la experiencia de Roberto Rosales y Nelson Hernández por las bandas, la seguridad de Mauro Maidana para cortar todo por bajo y por alto, más la juventud del ya consagrado Carlos “Pipo” Vivas como centrales cortan los avances rebanando balones. Y si algo llega a filtrarse, allí está el sereno y efectivo arquero Jesús Camargo para despejar el peligro.
El técnico de Carabobo, Diego Merino, logró con éxito sorprender a la defensa tachirense el pasado domingo con una jugada de pizarrón que Gustavo González coronó a la perfección, pero luego la ofensiva de Táchira desmoronó la pequeña alegría Granate. El entrenador español deberá recurrir otra vez a su ingenio para taladrar esa defensa casi impasable, si quiere arrebatar esa undécima estrella a Táchira que ya parece bordar en su camiseta.