Desde el 2014, cuando en la final del Mundial de Brasil venció a Argentina, no se presentaba la selección alemana. Fracaso tras fracaso, con equipos que no hacían honor a una de las tradiciones más aquilatadas del fútbol europeo, la raza de los teutones daba pena. Pero de súbito, con una Escocia abrumada, desorientada con un juego cercano a lo elemental, consiguió cómo quitarse de encima a un adversario que no jugaba contra once, sino ante un batallón de hombres que mordían, que aparecían, desearon, como una revancha a tantos años de espera, que los escoceses pagaran sus años de frustración.
Los alemanes tejieron, bordaron, y crearon un imaginario colectivo que le hizo a la afición recordar aquellos días luminosos de Franz Beckenbauer. Los goles de Florian Wirz y Jamal Musiala (atención con este jugador) fueron el decreto de que ya no había partido, sino un vals alemán solo coronado, como un obsequio al delirio, con el penal cobrado con zurda de Kai Havertz. Si todo eso no fue un recital de fútbol, caramba, cómo se le pareció…
Álvaro Morata (31 años de edad), Fabián Ruiz (28), y Dani Carvajal (32), “la legión de veteranos” de la selección española, dieron nota alta y le dijeron a los muchachos que los acompañan en la travesía europea, sin pronunciar palabra y solo con el lenguaje propio del fútbol, que así es como se marcan los goles y se pasa por encima de la Croacia de Luka Modric.
Desplegando aquel fútbol de los años dos mil, tiempo en los que batirlas era una misión casi imposible, mostraron sus argumentos como candidatos a una corona que, de cierta manera, puede ser de “La furia”, como llamaban a la selección hispana en los viejos tiempos…
Alessandro Bastoni y Nicolo Barella enderezaron el rumbo de una Italia desconcertada para batir a un enemigo empecinado, iconoclasta llamado Albania, al que no le importó su baja categoría internacional ante los nombres de marquesinas de los rivales azules. El fútbol tiene eso: es, además de competitivo, es también una democracia en la que el menos esperado da el gran palazo.
Pero al final los sueños se acaban, y triunfa el destinado a triunfar, aquel al que sus papeles le dan todo el crédito. Ganaron los italianos con afán, y como siempre, se las arreglan para llegar y comenzar la carrera de la defensa de su título. En fin, la Euro toma su sendero. Ya está en el camino cierto, a la espera de resultados lógicos, pero también, y ojalá para bien del fútbol, otros que hagan pensar que una nueva ola de juego está lista para tomar el testigo.
Nos vemos por ahí.
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