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Caracas, luces y sombras

Hemos titulado así esta columna pensando en dos dimensiones. Ver al Caracas cayendo sin remedio ante Rosario Central, el jueves de la semana pasada, nos remitió inequívocamente al Caracas de hace algunos años. Y no es rememorar al gran equipo de los campeonatos venezolanos y la Copa Libertadores, sino mirar, al trasluz de los tiempos, cómo han cambiado los conceptos de uno y otro, así sea el mismo equipo.

El que vimos dejando la piel ante Gremio en la Copa de 2009, y el que vimos desmembrado en Argentina. ¿Qué pasó, cómo se puede modificar de forma tan radical en pocos años, adónde fue a parar aquella iconoclasta actitud fuese quien fuese el adversario?…

La transfiguración de uno y otro, más que de resultados, está íntimamente vinculado al concepto del equipo. Aquellos días de competitividad, de no achicarse ante el rival fue la época dorada del doctor Guillermo Valentiner. No había barreras que no se pudiesen derribar, no había impedimentos para tener al mejor grupo posible. Era armar para disparar, para disputarle los partidos a los brasileros y a los argentinos.

¿No fue aquel Caracas el que llegó a cuartos de final ante el Gremio, y no fue aquel Caracas el que venció a River Plate en Buenos Aires y Cúcuta? Y no son dardos contra los jugadores de hoy, ellos hacen lo que pueden y lo que pueden es poco en el concierto internacional. Las diferencias técnicas entre los equipos enfrentados este año en Libertadores son notables; porque, si hay una razón para hablar del porqué superan al Caracas, y a todos los equipos venezolanos de este tiempo, es la competitividad.

Los venezolanos no son, cuesta decirlo, suficientemente competitivos. Las razones son varias, seguramente demasiadas y de diversas fuentes, y todas, como los ríos en sus desembocaduras en el mar, se ven con claridad a la hora de los partidos…

Este Caracas de hoy no ha sido este año equipo de competencia, ni siquiera en el campeonato doméstico. No han surgido nuevos jugadores que lo hagan regresar a sus mejores días, porque así suelen ser las canteras en su permanente sube y baja. Pero, por encima de todo, ha sido la visión que tiene el club de lo que debe ser el fútbol: esperar que surjan dos o tres valores para venderlos o prestarlos al exterior, y si por ahí llegan las victorias, pues, bienvenidas sean.

Los directivos se preocupan, pero tienen su manera de preocuparse. El equipo importa, claro que sí, pero con un ojo puesto en los resultados y el otro en el negocio… seguramente como tiene que ser. Pero, este Caracas duele, duele.

Nos vemos por ahí.

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