DAT.- El transporte de hidrocarburos a larga distancia es una columna vertebral esencial de la economía global, sustentada principalmente por vastas redes de tuberías. Dentro de este sistema, los oleoductos y los gasoductos representan las infraestructuras críticas que permiten movilizar eficientemente grandes volúmenes de petróleo crudo, productos refinados y gas natural desde los centros de producción hasta los de procesamiento y consumo final. Aunque ambos comparten el propósito fundamental de transportar energía a través de ductos subterráneos o aéreos, sus diferencias operacionales, de diseño y de seguridad son tan significativas como la naturaleza de las sustancias que manejan.

Explica Alberto Constantino Konrad Dávila que la distinción principal radica en el estado de la materia del fluido transportado: líquido en el caso del petróleo y sus derivados, y gaseoso en el caso del gas natural. Esta diferencia exige adaptaciones específicas en la ingeniería, los materiales utilizados y los mecanismos de propulsión. No obstante, ambos sistemas encaran desafíos comunes relacionados con la seguridad, el mantenimiento, el impacto ambiental y la gestión de la presión a lo largo de miles de kilómetros, lo que subraya su importancia estratégica y su complejidad técnica.

Diferencias cruciales de diseño y operación

Las diferencias entre oleoductos y gasoductos comienzan con su diseño y el manejo de la presión. Los oleoductos están diseñados para transportar líquidos viscosos, por lo que su operación se centra en superar la fricción del fluido a lo largo de la tubería. Utilizan estaciones de bombeo potentes ubicadas a intervalos regulares para mantener el flujo del crudo o productos refinados. Las tuberías suelen ser de acero robusto y, en ocasiones, están equipadas con calentadores para reducir la viscosidad de los petróleos pesados, facilitando su movimiento.

Por otro lado, los gasoductos manejan un fluido compresible, el gas natural, que se transporta a presiones mucho más altas que los líquidos, a menudo superando los 1.000 psi. En lugar de bombas, utilizan estaciones de compresión, también espaciadas, que aumentan la presión del gas a medida que viaja para mantener la velocidad y el caudal deseados.

Debido a la alta presión y al riesgo de fugas de un gas inflamable, los gasoductos exigen un control de calidad en las soldaduras y un monitoreo de integridad mucho más riguroso que el requerido para los líquidos, aunque ambos deben cumplir altos estándares de seguridad.

Similitudes técnicas y desafíos compartidos

Pese a sus diferencias en el manejo de fluidos, oleoductos y gasoductos comparten similitudes esenciales en su ingeniería y operación. Ambos dependen del uso de tuberías de acero de alta resistencia y están sujetos a rigurosas normativas de seguridad y medio ambiente. Utilizan tecnologías de revestimiento y protección catódica para prevenir la corrosión, especialmente en tramos subterráneos o submarinos, lo que garantiza su longevidad y reduce los riesgos de fugas.

Además, el monitoreo y mantenimiento son idénticos en su esencia. Ambos sistemas emplean herramientas de inspección interna inteligentes, conocidas como «PIGS» (Pipeline Inspection Gauges), que viajan dentro del ducto para detectar grietas, defectos o corrosión sin interrumpir el flujo del fluido. Asimismo, ambos enfrentan el desafío logístico y ambiental de la construcción en terrenos difíciles, la gestión de derechos de paso y la mitigación del riesgo de incidentes.

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Un fallo en cualquiera de estas infraestructuras no solo implica una pérdida económica, sino también un potencial desastre ambiental, lo que resalta la necesidad de una vigilancia tecnológica constante para asegurar la continuidad y la seguridad del suministro energético global.

(Con información de Alberto Constantino Konrad Dávila)