De vez en cuando es útil mirar para atrás. Y no es porque sea un dejo de nostalgia o un ataque de lo perdido, sino porque lo actual nos sirve como parámetro para medir. No estamos calibrando a los jugadores de ayer y los de hoy, sino la estructura misma del fútbol que nos impide ver y “tocar” a los mejores jugadores de la actualidad enmarcados en los veinte años de edad.
En Santiago, Viña del Mar, Valparaíso, Rancagua y Talca, ciudades chilenas anfitrionas del campeonato, hemos visto a magníficos valores del fútbol nuevo, del fútbol que quiere crecer, pero por igual hemos extrañado a muchachos como el argentino Franco Mastuantono, y a los brasileños Endrick y Estevao, por nombrar a tres de los que por ahora resaltan en Europa…
Pero no es propiamente de estos jóvenes de quienes ahora queremos hablar. La memoria nos retrae a aquellos Sub-20 en los que reinaban grandes jugadores, porque de cierta manera se jugaba el prestigio futbolístico de su país, de sus orígenes, de sus valores nacionales.
Se miraban a los Sub-20 casi como se miran a los mundiales verdaderos. ¿Cómo no acordarse de la Argentina de Diego Armando Maradona y Ramón Díaz, campeona mundial en 1979, o de aquel Brasil de Bebeto, o de otros tantos futbolistas de diversos países que en poco tiempo fueron astros mundiales? Todos iban, sin resquemores, sin egoísmos, sin el “patrocinio” del que hoy disfrutan, y decir “disfrutan” es una manera de expresar el celo de las grandes instituciones que ven en el jugador una atracción para los medios de comunicación y la gente, y una máquina de hacer dinero. Para Venezuela estor torneos significaron muchas cosas importantes para ganar respeto internacional, porque en ellos casi siempre se tomó en cuenta el quehacer de jugadores que, como Daniel “Cari cari” Noriega, fueron noticia…
Hoy los encuentros Sub-20 han dejado de tener la importancia aquella cuando fueron parámetro para sentir los avances del fútbol en América y el mundo. Hoy se organizan, sí, pero ya no son la medida. Se siente, cómo no, la ausencia de Venezuela; cómo nos hubiera gustado verla en los campos australes disputando pelotas y campos con los rivales del fútbol universal, y valerse de que, al no estar algunos de los nombres más sonoros, sacar partido y que los agentes internaciones echaran un ojo en la juventud Vinotinto. Así andan las cosas, el fútbol da sus vueltas y ya veremos cuál será la próxima. ¿Cómo serán los mundiales cada dos años y sin clasificación?
Nos vemos por ahí.