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Vinotinto sin fe, pero con fútbol

Tras la hecatombe en Maturín y el fin del ciclo de humo y la fe ciega del Bocha. la Federación Venezolana de Fútbol debería enterrar el cuento del proyecto de otro salvador extranjero que siempre termina en fracaso. Los únicos procesos que produjeron avances palpables en el fútbol y en resultados fueron los de Richard Páez Monzón y César Farías, No clasificaron a un Mundial, es cierto, pero el primero cambió la historia de derrotas y dio a Venezuela una identidad de juego. Esa manera de jugar de la Vinotinto de Páez con fútbol combinado, posesión, control del balón, desbordes e irreverencia que alcanzó su apoteosis en el Centenariazo con el 0-3 ante Uruguay se desnaturalizó tras su salida.

Desde entonces el ganar cómo sea, con el cuchillo entre los dientes sin importar la idea de juego, se convirtió en dogma. La consecuencia es que perdimos la identidad Vinotinto que alguna vez nos hizo soñar en grande y tampoco se obtuvo la bendita clasificación a la Copa Mundial, porque si no dominas la pelota no hay técnico bien intencionado o charlatán que valga en el banquillo.

En el fútbol siempre hay que recomenzar, es un pan que se hornea a diario. Brasil superó el Maracanazo, salió fortalecido y se convirtió en la mejor selección de la historia de los Mundiales con cinco títulos. También debemos reponernos del Maturinazo. Lo primero es aceptar la realidad. No somos y tal vez nunca seremos una potencia en este deporte que tiene una Liga Futve poco competitiva en relación a Suramérica y que no produce talentos al por mayor como nuestros rivales en la Conmebol.

Así que la solución nunca ha sido ni será un DT extranjero que trae un proyecto bajo el brazo. Ni Pep Guardiola podría clasificarnos a un Mundial, si antes no resolvemos las deficiencias técnicas en la formación de los jugadores que surgen en las categorías de iniciación.

Pero ese tema de las estructuras daría para varios ensayos y el punto aquí es ¿qué hacer ahora con la Vinotinto? La solución la tiene la Federación Venezolana de Fútbol. Pudiera tocar las puertas de Richard Páez y retomar un proyecto que quedó a medio camino o iniciar otro de cero sin ir al extranjero.

Y el DT más apropiado que tiene a la mano la FVF para asumir esa nueva responsabilidad desde las bases de las categorías menores es Oswaldo Vizcarrondo. Sabe lo que es defender la Vinotinto desde que era un niño, cuando fue convocado por Lino Alonso para la sub-17 de Lima. Formó parte de los ciclos de Richard y Farías, por lo que conoce a fondo lo que es jugar con irreverencia y los dientes apretados.

También ha vivido a fondo la realidad del fútbol nacional, conoce la idiosincrasia del jugador criollo para sacarle máximo provecho a sus cualidades. Le sobra experiencia en las eliminatorias suramericanas y nadie le puede echar cuentos de cómo se debe jugar cada lance. Se formó como entrenador en Francia y ya demostró en la selección sub-17 la riqueza conceptual que inculca a sus equipos. Nada de pelotazo ni de esperar al rival escondido en su terreno. Lo de Vizcarrodo es presión, reducción de espacios, sincronismos, control del balón y llegadas en bloque como exhibió su equipo en el Suramericano de Colombia.

Desde los días de Páez no se veía una selección que deleitara tanto en la cancha como esta sub-17 de Vizcarrondo que fue tercera en el Suramericano de Colombia y en noviembre jugará el Mundial de Catar. Decíamos que este nuevo proyecto debe tener un gen Vinotinto, por lo que los ayudantes de Vizcarrondo deberían ser jugadores que también brillaron en la selección nacional como Juan Arango, Nelson Carrero, José Manuel Rey, Rubert Morán y un largo etcétera. Del mano tengo fe, consigna publicitaria vacía para alimentar emociones, deberíamos pasar a la Vinotinto con fútbol, que impulse una idea de juego en todas las categorías para competir con identidad.

No sé si clasificaremos al Mundial de 2030, pero al menos se jugará con alma llanera.

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La FVF debe reponder por las cenizas

Desde la contratación de José Pékerman por parte de la FVF advertimos en esta columna que si no había un acompañamiento de entrenadores venezolano que se sumaran al supuesto “proyecto” del prestigioso entrenador argentino, todo sería un proceso perdido sin importar si se clasificaba al Mundial. La verdad es que Pékerman nunca tuvo la intención de comprometerse con el fútbol nacional; su único interés era manejar los recursos de la Vinotinto, a través de su mano derecha, Pascual Lezcano, a quien la FVF le concedió plenos poderes para hacer y deshacer a su gusto.

La FVF se dejó embaucar por un anciano entrenador y su fiel secuaz que sacaron una enorme tajada de dólares de su paso efímero e intrascendente por Venezuela. También repetimos aquí que era un despropósito dejar en manos del asistente de Pékerman a la Vinotinto y a todas las categorías menores, porque solo serviría para completar currículo de Fernando Batista y sus cófrades, que se largarían a casa, cuando las papas quemaran, sin que el fútbol nacional se beneficiara.

A nadie debe extrañar, en consecuencia, que Batista saliera a hurtadillas sin dar una explicación por el desastroso revés ante Colombia. Ante tanto silencio, el presidente de la FVF, Jorge Giménez debe hacerse responsable, y explicar al país cómo fue que se invirtieron tantos recursos para nada. No se fue al Mundial y en lo futbolístico solo quedaron cenizas.

El juego es lo que debe importar en lugar de influencers, himnos y consignas

La preocupación por el empaque de la selección, de construir una narrativa de confianza y fe repleta de frases vacías repetidas por influencer de todas las trivialidades, boberías y vanalidades habidas y por haber en las redes sociales, y un batallón de comunicadores bien dispuestos a celebrar las peculiaridades gastronómicas del técnico Fernando Batista, pero nunca sus limitaciones tácticas para dotar a la selección de herramientas de juego que fueran más allá del repliegue y el fútbol directo, también forman parte de esta castrófica oportunidad perdida de la Vinotinto.

Si algo debe aprender la FVF de este fracaso Monumental es que en el nuevo ciclo para el Mundial de 2030, la prioridad no es contratar geniecillos del mercadeo y la publicidad para meter gato por liebre con campañas, escudos e himnos que nadie entona, sino el fútbol y lo que ocurra en la cancha. Si se hubiera dado un golpe de timón, después de la imperdonable puesta en escena en El Alto ante Bolivia, cuando Venezuela entregó tres puntos a un rival directo y en estado de agonía, sin preparar el partido como correpondía y con una estrategia suicida, la FVF al menos hubiera demostrado que estaba al tanto de la fallas de planificación, propuesta de juego e ideas en la Vinotinto de Batista.

Pero no, el fútbol fue lo menos importante en este ciclo. Las dirigencias de Ecuador y Paraguay, en cambio, sí se preocuparon de lo mal que jugaban sus selecciones y estarán en el Mundial. En lo futbolístico hay poco que rescatar del ciclo Pékerman-Batista. No hubo una evolución del juego de la selección y lo único que importaba en este proceso a la FVF: conseguir el repechaje terminó en una paliza histórica. A partir de ahora inviertan en el juego y olvídense de tanta insignificancia.

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