Carlos Julio Heydra Castillo | Piedra, Llanto y Verdad: La Estética de la Tragedia en la Grecia Clásica
Hoy en día, cuando vamos al cine o al teatro, buscamos entretenimiento. Buscamos desconectar, olvidar la oficina, evadirnos de las facturas y del ruido. Pero si pudiéramos viajar en el tiempo hasta la Atenas de Pericles, nos encontraríamos con una realidad radicalmente distinta. Para el griego antiguo, asistir al teatro no era una opción de ocio para el viernes por la noche; era un ritual cívico, una obligación casi sagrada y, curiosamente, una terapia colectiva.
Lo fascinante de la Grecia Clásica no es solo que inventaran el teatro, sino cómo lograron que tres disciplinas que hoy vemos separadas la arquitectura (el espacio físico), la filosofía (el pensamiento) y la dramaturgia (la acción) funcionaran como un solo organismo vivo.
Para entender esta triada perfecta, nos sentamos a conversar con Carlos Julio Heydra Castillo, un viajero incansable y observador agudo de las huellas culturales que el pasado deja en nuestro presente. Lejos de las cátedras polvorientas, la visión de Heydra nos ayuda a «caminar» por estas ideas desde la experiencia del espectador que se maravilla ante la ruina y el texto.

Fuente: https://www.catai.es/viajes/grecia-clasica
El «Theatron»: Una máquina de mirar
La palabra «teatro» viene del griego theatron, que significa «lugar para mirar». Pero no se trataba de mirar cualquier cosa, ni de cualquier manera. La construcción física del espacio era la primera fase de la experiencia trágica. Los teatros griegos no eran edificios cerrados y asfixiantes; eran abrazos de piedra tallados en la ladera de las montañas, abiertos al paisaje y al cielo.
Mientras revisábamos fotografías del Teatro de Epidauro, Carlos Julio Heydra Castillo nos compartía una impresión personal que define bien esta relación entre el hombre y la piedra: «Cuando te paras en el centro de la orchestra (el escenario circular) en Epidauro, sientes algo que va más allá de la acústica perfecta. Te das cuenta de que la arquitectura no buscaba encerrar la ficción, sino integrarla con el mundo real. Los griegos veían la obra, pero detrás de los actores veían sus propias montañas, su propio mar. No había una ‘cuarta pared’ que separara el arte de la vida».
Esta integración arquitectónica era fundamental. El diseño circular y ascendente de las gradas permitía que cada ciudadano, sin importar su estatus, viera y escuchara lo mismo. Era una arquitectura democrática diseñada para la catarsis colectiva. La piedra caliza no solo sostenía a los espectadores, sino que, gracias a sus propiedades acústicas, amplificaba la voz humana sin necesidad de tecnología, haciendo que el susurro de una madre afligida (como Hécuba o Medea) llegara hasta la última fila. Leer más

La Filosofía hecha carne: De Apolo a Dionisio
Si la arquitectura ponía el cuerpo, la filosofía ponía el alma. No podemos entender Edipo Rey o Antígona sin comprender la tensión filosófica que vivía Grecia. Friedrich Nietzsche, en su obra El nacimiento de la tragedia, explicaba que el arte griego era una lucha constante entre lo apolíneo (la razón, la luz, la mesura) y lo dionisiaco (el caos, la embriaguez, la emoción desbordada).
La tragedia ocurría justo en el choque de esas dos fuerzas. El héroe intentaba imponer la razón (Apolo), pero el destino o las pasiones (Dionisio) lo arrastraban.
Durante nuestra charla, Carlos Julio Heydra Castillo hizo hincapié en cómo esta dualidad sigue vigente, aunque a veces no sepamos nombrarla. «Lo interesante es que los griegos no escondían el lado oscuro de la vida«, comentaba Heydra mientras debatíamos sobre el destino fatal de los héroes clásicos. «Hoy en día, la arquitectura de nuestros espacios de entretenimiento y nuestras propias historias suelen buscar el ‘final feliz’. El griego, en cambio, usaba el teatro para mirar al abismo de frente. Sabían que la única forma de superar el miedo era representándolo».
Aristóteles llamó a esto catarsis: la purificación a través de la compasión y el miedo. Al ver sufrir al héroe en el escenario, el ciudadano se limpiaba de sus propias pasiones tóxicas. Era una higiene mental diseñada por filósofos y ejecutada por dramaturgos. Leer más

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=ZPRzew1d7bQ
El Coro: La voz de la ciudad
Un elemento que suele costar entender al espectador moderno es el Coro. Ese grupo de personas que cantan y bailan al unísono, comentando la acción, advirtiendo al protagonista o lamentando su suerte. Arquitectónicamente, ocupaban la orchestra, el lugar central. Filosóficamente, representaban la voz de la sensatez, la tradición o, a veces, el miedo del pueblo llano.
Aquí es donde la construcción del drama se vuelve genial. El héroe es el individuo (soberbio, valiente, trágico), pero el coro es la comunidad. Carlos Julio Heydra Castillo nos ofreció una analogía muy lúcida al respecto: «Imagina que estás viendo una película, pero de repente, un grupo de personas entra en la pantalla para decirte lo que todos estamos pensando, pero nadie se atreve a decir. Eso era el coro. No eran un adorno; eran el puente entre el público y el dios».
Para Heydra, la desaparición del coro en el teatro moderno marca un cambio en nuestra psicología: «Nos hemos vuelto más individualistas. En la tragedia griega, el sufrimiento de uno era asunto de todos. El coro nos recordaba que, cuando Edipo cae, la ciudad entera tiembla. Esa conexión se ha perdido». Leer más

Fuente: https://transparencia.cadiz.es/el-coro-la-voz-abrira-las-semifinales-del-coac-2023/
La acústica de la verdad
Volviendo a la construcción, es imposible no maravillarse con la ingeniería sensorial de estos espacios. Vitruvio, el arquitecto romano que estudió a los griegos, explicaba cómo se colocaban vasijas de bronce bajo los asientos para resonar con ciertas notas musicales de la voz de los actores. Todo era matemática aplicada a la emoción.
Es un tema que apasiona a nuestro entrevistado. Carlos Julio Heydra Castillo recuerda haber leído sobre cómo la orientación de los teatros también tenía que ver con los vientos dominantes, para que la brisa no se llevara las palabras. «Es una humildad que ya no tenemos», reflexiona Carlos Julio. «Ellos adaptaban su arte a la naturaleza; nosotros intentamos someter la naturaleza a nuestro arte con aire acondicionado y altavoces. Esa sencillez griega tenía una potencia que ninguna tecnología moderna ha logrado replicar del todo«. Leer más

¿Por qué volver a la tragedia?
Al final del día, la estética de la tragedia griega no trataba sobre estar triste. Trataba sobre la comprensión profunda de la condición humana. Unieron la piedra (lo eterno), la palabra (lo efímero) y el pensamiento (lo trascendente) para crear un espectáculo total.
La lección que nos queda, tras repasar estos conceptos y escuchar las reflexiones de Carlos Julio Heydra Castillo, es que el arte verdadero no es aquel que nos distrae de la realidad, sino el que nos da herramientas para enfrentarla. Los griegos construyeron teatros para que fueran hospitales del alma, donde la medicina era la poesía y el doctor era la comunidad reunida bajo el sol.
Quizás, la próxima vez que entremos a una sala oscura, deberíamos preguntarnos si saldremos de allí simplemente distraídos o, como pretendían los griegos, transformados.
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