Aún recordamos las partidas de fútbol de muchachas en Colinas de Vista Alegre. Argelia Malle, una linda rubia que jugaba de centro delantera, llamaba la atención no solo por su dulce figura, sino porque entonces, años 70-80, no era común que las chicas se uniformaran para el fútbol de fin de semana.
Se hablaba de Josefina “Pita” Rodríguez, por entonces considerada como la mejor jugadora del país, con admiración y respeto, aunque nunca se pensó que ella, y tantas como ella que vinieron después, iban a ser primeras actoras de un movimiento que ya inunda con propiedad todo el territorio nacional.
En los partidos de la Copa América, aún en acción, hemos visto a un equipo Vinotinto en evolución, un grupo de chamas que tratan de tomar por asalto a la crítica y a los aficionados; pero aunque se está en el camino, aún hay un peldaño para llegar a la cima.
Tienen a su favor, aunque parezca un contrasentido, que pueden estar tranquilas como seleccionadas, pues aunque el número de jóvenes que día a día saltan las canchas de Venezuela va en aumento, casi todas todavía pasan por el natural proceso de aprendizaje.
Pero, en sentido genérico, poniendo en la cancha de Ecuador a todas las selecciones coperas, hay una evolución, especialmente en los aspectos tácticos que es lo último que se aprende, pues la técnica individual siempre ha estado ahí, presente en las jóvenes de Suramérica. Ellas saben lo que hay que hacer en la cancha, tienen el concepto de marca y cuidado de la zona, y manejan con criterio el espacio propio y el de la rival.
Pero no todo puede ser elogios; aun fallan en la recepción de la pelota y en el olfato de la oportunidad. A veces, con el arco adversario en la mira, prefieren pasar; y al revés, disparan al territorio contrario sin razón aparente. Pero de que se crece, se crece…
En Europa las cosas van por otra calle. Las diferencias las hay, y quizá más hondamente que en los varones de uno y otro continente. Las jugadoras de aquel lado del mar están, básicamente, más profesionalizadas, más jugadas, como se dice en el idioma fútbol, y por tanto, más conscientes de cuál es su papel. Más formal, menos improvisado. Hay en sus partidos menos baches, menos vacíos, y cuesta más conocer “dónde es que se empata el tubo”, para decirlo figurativamente. Son chicas que saben que hay una competencia de relevo, que ninguna está segura pues la cantidad de futbolistas es inmedible.
La mayor inquietud, visto todo esto, es tratar de escudriñar en el mapa de los años por venir si este fútbol femenino va hacia algún lado, si tiene un real asidero en las sociedades. No es sencillo acertar en el universo del tiempo, en el cosmos que le espera, pero día a día se va aclarando: el fútbol de mujeres, como los monumentos de granito, se está solidificando.
Gol “con perfume de mujer”, como diría Al Pacino en la inolvidable película.
¿Dónde está la gente?
Como se estila ahora en los torneos de hombres, la Fifa ha dispuesto simultaneidad para los dos campeonatos.
Por eso, y mientras en Europa se desgrana la Champions League, por estas comarcas se disputa la Copa América. Los empeños y los sudores son los mismos, pero las diferencias abismales se pierden en los laberintos de la estructura.
Allá se ha cultivado el sistema publicitario y se han estimulado los nacionalismos, factores que han logrado que en la primera ronda en Suiza hayan asistido 461 mil aficionados a los partidos; en Ecuador, solo unas pocas almas pueblan los graderíos.
En el Alemania-Dinamarca, 34 mil pisaron el estadio, mientras que por estos lados, el estreno de Ecuador ante Uruguay fue presenciado solo por unos 4 mil, la cifra más cuantiosa de la cita americana. Soledad e indiferencia en encuentros que no terminan de gustar.