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La magia de Yohandry regresó

El gol de un juvenil Yohandry Orozco todavía retumba en la memora colectiva del fútbol nacional. A los 18 años ya había jugado el primer mundial de la historia para una selección masculina menor, con aquella generación comandada por Salomón Rondón en Egipto 2009, pero todavía no había hecho eclosión. En tierras norafricanas fue un actor de reparto en el equipo dirigido por César Farías, que prefería el repliegue, los contragolpes y los inefables pases largos efectivos, antes que el control del balón, el toque primoroso y el juego asociado. Apenas fue titular ante España y su habilidad se congeló en un sistema de juego que anulaba la creatividad.

Dos años después, en el Campeonato Suramericano y Preolímpico sub-20 de Lima 2011, el mediocampista zuliano era la máxima figura de la selección nacional. Su precisión para manejar la pelota y el guante de seda de su pierna zurda lo colocaban en la línea de sucesión de los futbolistas distintos, repletos de trucos y fantasías del balompié nacional que se inició con Luis Mendoza y Richard Páez, prosiguió con los Stalin Rivas, Gabriel Miranda, Gabriel Urdaneta y Juan Arango, y hoy tiene a David Martínez como máximo emblema de esa escuela de irreverentes.

Orozco era la figura emergente llamada a tomar la bandera de la creatividad y bastó una jugada de puro genio para encumbrarlo en un pedestal. Al minuto 78 anotó uno de los goles más célebres del fútbol nacional en las categorías menores. Recibió un balón en la mitad del campo, acomodó el cuero a su pierna más hábil y comenzó el unipersonal, driblando a todos los defensas peruanos que le salían al paso, uno tras otros burlados por los amagues maradonianos del zuliano que culminó su ópera prima clavando un zurdazo endemoniado a las telarañas del ángulo superior izquierdo del guardameta incaico. Pero anotar ese gol tan fulgurante tal vez descarriló su carrera; porque los manejadores de la naciente estrella, ansiosos por exprimir al máximo esta jugada mágica, lo vendieron al Wolfsburgo de Alemania, donde un futbolista de sus características difícilmente prosperaría, Perdió tres años en la bruma de la Bundesliga.

Con el Táchira recuperó su brillo en 2015, pero luego volvió a extraviarse en una retahíla de equipos hasta terminar en Malasia. Su regreso al Carabobo y esas lágrimas de contenida emoción por el gol en el debut, el reencuentro con el fútbol nacional y su inocultable deseo de volver a la Vinotinto, recuerdan que Yohandry sigue vigente, que la pierna zurda aún atesora secretos y que puede ser la piedra angular para que el Granate borde su primera estrella.

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La Guaira se ordena a partir de Faya

El fulgurante inicio del Deportivo La Guaira en el Torneo Clausura con cuatro triunfos al hilo, incluyendo el 3-0 que endosó al Caracas en el nuevo derbi capitalino, refleja el trabajo silencioso, de minucios ebanista, que ha venido realizando el técnico Juan Domingo Tolisano para moldear el equipo a su medida.

La Guaira tiene la misma paciencia tachirense de su entrenador. Trabaja los partidos con meticulosidad, con un mediocampo que va construyendo las jugadas sin apresuramientos, manejando los tiempos y el ritmo al que se juega, mediante la seguridad que el porteño Carlos Faya ha aportado para este torneo con su calidad de mediocentro que gobierna, manda y distribuye el balón.

Faya ha sido la piedra angular en las cuatro conquistas de La Guaira, bien definiendo con su pegada como ante Monagas y Rayo Zuliano, o bien asistiendo a sus compañeros para que liquiden el partido, tal cual hizo con el pase a Eduardo Fereira para que firmara el tercero en el sólido triunfo sobre los avileños.

Pero el cuadro naranja tiene una profusión de alternativas que iluminan su funcionamiento: los pases que mete el arquero Cristopher Varela para sorprender a los zagueros con contragolpes fulminantes, la profundidad de Keiber Lamadrid para desbordar o meter sus riflazos de zurda, y delanteros implacables como el renacido José Alí Meza que aprovechan cada oportunidad para lastimar.

La UCV necesita recuperar la solidez en su última línea y la contundencia

La UCV ha venido sufriendo del mal que aqueja a los equipos que suelen adelantar sus líneas y presionar muy alto para recuperar el balón en campo contrario: los contragolpes. Los rivales han tomado nota de las dificultades que tienen los altos y pesados centrales ucevistas para defender los ataques a toda velocidad, y por allí se coló José Alí Meza para quedar mano a mano con Adrián Martínez y anotar el primero de los dos goles del triunfo 1-2 de La Guaira.

El equipo de Daniel Sasso también recibió una dosis de su propia pócima en la segunda derrota del torneo sufrida 1-2 ante el Deportivo Táchira en el Olímpico. Los centros cruzados para conseguir los remates de cabeza de Charlis Ortiz fueron la marca registrada de la UCV para sumar puntos y conseguir las victorias que lo llevaron a conquistar el pasado torneo Apertura, su primer título en 68 años.

Pues Táchira también sacó provecho de las subidas de Kendry Silva por la banda derecha para atacar ese espacio con un centro a ese sector de Nelson “Teto” Hernández, para que Juan Carlos Ortiz apareciera libre de marcas y cabeceara al fondo de la red.

Pero la si la defensa ha sido víctima de las dificultades para replegarse, el ataque también mostró una clamorosa deficiencia a la hora de concretar sus ocasiones de gol, especialmente en el más reciente duelo que sostuvo ante Estudiantes en el estadio Metropolitano de Mérida. El equipo de Sasso debió haber resuelto ese partido con comodidad, por las múltiples ocasiones de gol que generó, pero la falta de serenidad del merideño Yeiber Murillo para concretar sus chances dejó a la UCV sin los tres puntos. Por suerte, Sasso todavía tiene margen para resolver los problemas y devolver al equipo la seguridad y contundencia.

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