El territorio del Mundial ha sido un lugar inexplorado, un sitio inviolable para la selección venezolana. Una mujer virgen a toda prueba de ataques feroces, un espacio lejano y vivo en los confines del fútbol.
Pero esta vez podría ser diferente. El perfume mundialista se siente, y aunque por los resultados adversos el fervor por la Vinotinto ha caído un tanto, en las raíces, en el fondo de los sentimientos, aún respira el sueño del 2026.
Dentro de cuatro días aguarda Bolivia. Una expresión futbolística venida a menos, con el alma perdida, pero igualmente peligrosa. Tiene un fútbol ofensivo, va y va, especialmente cuando juega en El Alto, la “ciudad-cielo”. A los jugadores de ese país pareciera no importarles nada, se mueven en la frontera de la temeridad y lo irresponsable, y por eso, así como golean, pueden ser goleados. Recordemos, pues, el partido anterior: cuatro a cero para la gente del altiplano, que no dejó ni moverse al rival. Esta vez, por fortuna para la Vinotinto, Ramiro Vaca, su más cotizado jugador, no jugará por estar suspendido en el partido, una razón menos de preocupación.
Bolivia ha sido un equipo abordable. La Vinotinto La ha buscado en su zona de mediocampistas, casi siempre con buenos réditos. Porque la consigna de los venezolanos debe estar en no dejarse hipnotizar, en no dejarse llevar por las circunstancias y jugar sus cartas sin importarle los ases que pueda tener el adversario. Venezuela siempre tendrá más.
Y luego, Uruguay.
La raza de la República Oriental ha sido un laberinto para la Vinotinto. Hace unos meses vino a Maturín con un equipo diezmado, con mayoría de suplentes, para finalizar con un empate a cero. Ahora será diferente. Esta vez tendrá sus papeles en regla, con ese florido mediocampo de Giorgian De Arrascaeta, Federico Valverde y Rodrigo Betancur que copa el centro de la cancha y ante los que va a costar emprender el vuelo.
El partido será en Montevideo, y ahí, con toda su fuerza y determinación, la Vinotinto se llevó un 4-1 que no dejó dudas. ¿Se podrá repetir algo así? Uruguay llegará a este lance luego de enfrentar en la visita a Paraguay, vaya juego de durezas, para entonces esperar, con las fauces abiertas, a Venezuela.
A diferencia del choque ante los bolivianos, la selección nacional tendrá que llevar las cosas a su ritmo, a su tiempo, sin pretender “comerse” al celeste, porque el adversario es diferente: potente, organizado, que casi no comete errores. Ahí estará Salomón Rondón tratando de abrir brechas en la tupida selva de la defensa uruguaya, y mucho tendrán que apuntalarlo con servicios puros Jefferson Savarino y Yangel Herrera para ir en su auxilio.
Venezuela está parada en el borde del acantilado. Alcanzar cuatro puntos en esta empresa sería casi casi, ser mundialista. Porque luego, ante Argentina en Buenos Aires y Colombia en Maturín las cosas pueden ser clavos ardientes encima de los campos. Y llegar ahí con las manos vacías sería un pecado sin perdón.
Un gol para el San Agustín
Deslumbrados los medios por el fútbol super profesional, por el dinero envuelto y sus figuras, los grandes jugadores de otro tiempo han sido poco tomados en cuenta.
Por eso tiene sentido darle vueltas al álbum del tiempo y traer aquí al homenaje que el próximo junio el colegio San Agustín de El Paraíso le hará a sus antiguos futbolistas. Y no son jugadores, así no más; de su seno han salido muchachos que no solo han sido profesionales, sino que se han vestido de Vinotinto.
Por ahí aparecen Miguel Mea Vitali, en su momento capitán de la selección, Carlos “Chiripa” Pérez, Miguel García, Toly Crespo, José Hernández, y otros como Alejandro “Chino” Beroes, que representaron al país en competencias nacionales, siempre tutoreados por Pedro “Peruco” Castro, sabio del fútbol, y Silvio Leite.
Por todo esto, un gol eterno para la institución agustina.