Ganar como fuera se convirtió en una necesidad existencial para la Vinotinto en el choque del martes ante Perú en Maturín. En este partido las formas, el estilo y toda los razonamientos tácticos y estéticos que son habituales en las charlas de sobremesa del fútbol quedaron engavetadas para otro momento, ante el hecho inexorable del llegar a Maturín, enfrentar al rival y vencerlo, para proclamar a los cuatro vientos el veni, vidi, vici del general romano Julio César tras la batalla de Zela ante los turco en el 47 a. C. El proceso de Fernando Batista caminaba sobre la cornisa y dependía de esta victoria ante el cuadro inca para seguir gestionando a la selección.
Los tres puntos, después de ocho enfrentamientos consecutivos de reveses y empates en la eliminatoria suramericana al Mundial 2026, trae sosiego, da un respiro al equipo y a todo el país, porque reencauza a la Vinotinto por la ruta del séptimo lugar de la tabla, que garantiza, al menos, el repechaje. La sexta plaza y el cupo directo dejaron de ser una posibilidad tangible, tras la derrota ante Bolivia en El Alto, en un duelo mal planificado y peor planteado en la cancha por el seleccionador argentino.
Hay que admitir sin tapujos que el triunfo fue un alivio, un bálsamo de Fierabrás, pero las heridas no han sido curadas completamente, pues las tres unidades han sido como tomar un analgésico. Porque después de dos años al frente de la selección, el Bocha Batista no ha logrado darle forma a la selección, pese a contar con la plantilla más técnica y completa de la historia del fútbol nacional. El segundo tiempo ante Perú fue un retrato de las dificultades que ha mostrado la selección bajo la conducción del argentino. Aunque cuenta con jugadores de buen pi como Yeferson Soteldo, Jefferson Savarino, Telasco Segovia, Yangel Herrera o Juanpi Añor, el técnico sigue excusándose en el lugar común de los entrenadores sin ideas para gestionar el balón de que la posesión de la pelota es una simple estadística.
Sufrir como se sufrió ante Perú, con todo el equipo hundido contra el arco propio sin poder aprovechar los momentos de transición ofensivos para armar jugadas, descansar con la pelota o ganar las espaldas del rival con un contragolpes fulminante, revelan las deficiencias que muestra la selección cuando le toca crear fútbol con el balón al pie. No es de extrañar que dos de los tres triunfos de la selección en esta eliminatoria hayan llegado por la vía del penal, y que la mejor actuación fue ante una Chile en inferioridad que aprovechó Soteldo para ofrecer la mejor exhibición individual de su carrera. En junio contra Bolivia es hora de mostrar más argumentos para que ganar sea con más ideas que carácter.