Usted, por curiosidad o intriga, debe preguntarse si ante el vuelo que han levantado en los días recientes, cuáles son los valores de los jugadores venezolanos en ese mercado particular que es el fútbol internacional. ¿Cuánto valdrá, por ejemplo, Jefferson Savarino, campeón de la Copa Libertadores y del torneo Brasilerao? ¿Y cuál será el precio de un “caballo” como Salomón Rondón? Ah, ¿y cuánto pagarían para tener a Yeferson Soteldo en su equipo? Y no hablemos de experiencia, porque para eso el interesado tendría que comprar a Tomás Rincón, ya veterano de mil batallas en los campos de Europa y América.
Pero una cosa son las conjeturas, y otra diferente las duras realidades. La valoración que hace ese mercado, que oscila cada día y en el que los futbolistas suben y bajan constantemente de precio, son estimaciones que pueden ser aproximadas pero que funcionan como guías de empresarios y directivos de clubes. Ahora recordamos unas palabras de César Luis Menotti, sabios en el fútbol y en la vida, que decía, irónicamente, que él siempre había creído que el mercado era aquel puesto en las esquinas de Buenos Aires donde la gente iba los domingos en la mañana a comprar frutas y verduras y a reunirse con las amistades.
Bien, visto esto, echamos una mirada a la “bolsa de valores” de los jugadores Vinotinto, aquellos que usualmente saltan a los terrenos para conseguir victorias y amores populares. Y de súbito, aparecen números que, por inesperados, sorprenden. Y si nos alegramos por el valor de Jon Aramburu, lateral derecho de la selección, por 12 millones de euros, más lo haremos cuando saltan de la computadora los 20 millones de la moneda europea por Yangel Herrera. Aramburu, nacido en Caracas y de padres vascos, se ha ganado un lugar en la Real Sociedad y es inamovible en Venezuela. Herrera es figura del mediocampo del Girona y suele ser puerto de entrada y salida en el cuadro nacional. Entonces, volvemos a dar un brinco: surge en la página Tomás Rincón, el jugador más experimentado de la selección, y que, tal vez venido a menos, apenas se cotiza en 250 mil euros. ¿No es injusta esta apreciación?
Así transcurre el fútbol de estos días. En medio de Aramburu, Herrera y Rincón y como antípodas del dinero, vemos a Jefferson Savarino, posiblemente el jugador más bien visto en la opinión de los técnicos, pero que sin embargo solo llega a nueve millones. Y Yeferson Soteldo, querido en arrebato por la afición, está en siete. Por ahí sigue Cristian Cásseres, con cinco, y Jhonder Cádiz y José Martínez, con tres.
Lo comentado son pistas de la mercadotecnia de hoy, es así como se mueve un deporte universal que va cayendo, con el ritmo acelerado de Max Verstappen, en una exagerada relación de compra y venta que nadie sabe adónde va a terminar. ¿Cuál será el primer venezolano en brillar hasta marcar 100 millones de euros?
Por esto vale, por esto no…
La valoración de los jugadores de hoy, como la más pura expresión del mercantilismo, tiene sus matices; a veces lógicos, a veces de una ferocidad solo entendible entre los mercaderes del fútbol. Pasados los años, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, por causa de sus edades, ya no cotizan. No importaron sus gestas y sus goles: lo que vale es que ya no se puede exprimir a los que ya está exprimido. Los años vividos cuentan en esa escala en la que un futbolista de 35 años, en lo mejor de su vida, se deprecia día por día. Junto a este factor, obviamente, está su calidad, su capacidad para tragar terrenos y llevar la pelota al arco adversario, y su carácter, su liderazgo en situaciones apremiantes para llevar a la meta a sus compañeros. Al margen de todo, se sigue, con actitud de espías, su comportamiento en sociedad, su calidad humana sin manchas.