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Los amigos del fútbol vuelven a estar juntos

Hacía mucho tiempo que no sentíamos esos abrazos. Esos saludos preñados de sonrisas, y de nuevo revivir aquellas conversaciones de otros días salpicadas de simpático humor. Amigos todos, unos y otros nos llenamos de aquel candor que el fútbol suele dar.
El encuentro de panas futboleros fue la pasada semana en el hotel Renaissance, en ocasión de la presentación del libro “Directores Técnicos”, con autoría de Jesús García Regalado, hombre dedicado a la reseña y la historia venezolana en diverso libros que han sido útiles para la consulta del universo de este deporte.

En la hermosa portada es posible mirar a Richard Páez, Manuel Plasencia, Lino Alonso, Rafael Dudamel y César Farías, historia pura del fútbol venezolano, conductores que de diversas maneras y en diferentes escenarios han triunfado al frente de selecciones nacionales. En su interior, uno a uno e ilustrados con fotografías, se cuentan el paso de cada uno, desde la génesis de Vittorio Godigna en 1938, hasta los días que corren con Fernando Batista. Es bueno aclarar que en el texto no se hacen juicios de valor: solo se habla de ellos y de su tiempo.

Y como el encuentro fue también de épocas, pudimos rescatar desde la lejanía aquellas charlas en la heladería Castellino, en Sabana Grande, cuando cada uno prometía hazañas y victorias que nunca llegaban. La diferencia más notoria de aquel fútbol y el que hoy se juega en Venezuela se puede apreciar en la distancia, desde aquella venta de helados y café, a los días actuales: en esos tiempos la preponderancia de los equipos eran jugadores importados, especialmente brasileños, en contraposición a la de esta era, en la que es abrumadora la cantidad de criollos

¿Cuál época ha sido mejor? Cada quién defiende la suya, la que le tocó vivir en la flor de sus mejores años y sin ceder un milímetro en su posición. Y al final, eso es lo grande del fútbol: discutir, polemizar, argumentar, para terminar, cordialmente, con aquella infaltable invitación: “Vamos a tomar café”.

Por su importancia y por lo reciente, no podía faltar en las conversaciones la final del fútbol venezolano culminada con la victoria del Táchira sobre el Carabobo. El epílogo del campeonato estuvo en la cobranza de penales, en la que el equipo de San Cristóbal hundió la mano en la chistera de la experiencia y ahí, con los nervios templados y la cabeza en su justo lugar, sus jugadores metieron la bola donde tenían que meterla.

Esa instancia decisiva levantó, como cada año levanta, esperanzas de ver a los equipos figurar con creces en la dimensión internacional con actuaciones por ahora olvidadas. No basta con nóminas de realce; lo más importante es la competitividad, la capacidad de enfrentarse a América del Sur en la Copa Libertadores y en la Suramericana, con opciones reales, que vayan más allá de ilusiones que por ahora no dejan de ser quimeras.

La Vinotinto en el centro

En cada esquina, en cada pedacito del salón, dos o tres futboleros cambiaban el mundo. “Este fútbol solo mejorará si… No, hace falta adaptar las técnicas modernas que se practican hoy en Europa”… Tres o cuatro generaciones esgrimían y daban loas a su generación, mas había una infaltable y mesurada plática que lo abarcaba todo: la selección nacional.

Con diversas opiniones, viendo las cosas desde ángulos diferentes aunque sin soslayo de las otras y sin la unanimidad como bandera, se argumentaba sobre la posible calificación al Mundial 2026. En términos futbolísticos, el partido terminó empatado, aunque casi todos coincidían en que venciendo en los tres de local, Perú, Bolivia y Colombia, y aun perdiendo los tres como invasores, Ecuador, Argentina y Uruguay, había ciertas posibilidades de entrar entre los 48. “Yo no creo, yo sí creo…”.

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