El mejor negocio que han hecho los Rockies de Colorado en materia de contratación de jugadores, es haber adquirido a Andrés Galarraga por apenas 850 mil dólares para su campaña de estreno en la expansión de la Liga Nacional en 1993.
El retorno de la inversión que se elevó a poco más de $18 millones por un total de cinco años con el club de Denver, hasta la edición de 1997, se tradujo en enorme popularidad y asombrosa producción, muy superior a las figuras mejor pagadas en la franquicia, como el lanzador Mike Hampton, Nolan Arenado y Kris Bryant, entre otros.
El pasado sábado 16 de noviembre se cumplieron 32 años del día en que la gerencia de los Rockies acordó extenderle contrato de $650 mil a Galarraga como agente libre, más unos $200 mil en incentivos por rendimiento. Para entonces, el inicialista caraqueño que aún no había cumplido 32 años, era un bateador de promedio vitalicio de .267 que venía de cumplir discretísima actuación en 1992 con los Cardenales de San Luis.
El año anterior, en la última de sus siete campañas con los Expos de Montreal, había conectado para .219 con nueve vuelacercas y 33 impulsadas, lo que obligaba a suponer que los mejores años de Galarraga se habían quedado en aquellas buenas contiendas de 1987, en la cual promedió .305 con 90 impulsadas, y la de 1988, en la que encabezó la Liga Nacional en incogibles (184) y dobles (42), además de conectar para .302.
La reinvención por Baylor
Una de las primeras recomendaciones que Don Baylor le dio a la gerencia de los Rockies de Colorado cuando lo nombraron mánager a finales de octubre de 1992, fue que adquirieran a Galarraga, de cuyos progresos ofensivos en la segunda mitad de esa temporada era artífice por su condición de coach de bateo de San Luis ese año.
La experiencia de Galarraga con los Cardenales en 1992 fue frustrante al principio. El 7 de abril, en apenas el segundo juego de la temporada, un pelotazo del lanzador de los Mets, Wally Whithehurst, lo dejó fuera de acción por seis semanas por fractura de una muñeca.
Regresó el 22 de mayo y para el 18 de julio su promedio andaba por los .194, lo que llevó a Baylor a sugerirle un cambio en la mecánica: bajar un poco más las manos y abrir las piernas, especialmente la izquierda, con sentido hacia tercera base, para dirigir las conexiones hacia la derecha. Definitivamente allí, Baylor y Galarraga encontraron el santo remedio.
En los primeros 10 juegos entre el 21 y el 31 de julio, ligó de 40-17 para .425. Y en los últimos 45 choques ligó .301 (de 156-47) para finalizar con .243, average.
De inmediato, los Rockies aprovecharon la oportunidad que se tradujo en impacto inmediato, por el título de bateo de la Liga Nacional que ganó en 1993 con .370 de average.
Y siguió en plan estelar con el club de Denver hasta la edición de 1997, como fundador de los “Bombarderos de la Calle Blake”, al dejar promedio vitalicio de .316 con 172 jonrones y 579 impulsadas.
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Antes de comenzar la temporada de 1998 pactó por con Atlanta por 3 años y más de $20 millones. Luego jugó otros años con Rangers, Expos, Gigantes y Angelinos. En marzo de 2005, tras entrenar con los Mets, anunció el retiro de una carrera que en 2000 incluyó su admirable batalla contra el cáncer, con credenciales de .288 de promedio vitalicio, 2 mil 333 hits, incluidos 399 jonrones, y mil 425 remolcadas en 2 mil 257 juegos, además de haber sido seleccionado a cinco Juegos de Estrellas y ganar dos Guantes de Oro y dos Bates de Plata.