El Abner Doubleday no inventó el beisbol en Cooperstown en 1839, y tampoco supo en toda su vida (1819-1893), cómo es una pelota.
Doubleday militar insigne, hizo el primer disparo en defensa del Fuerte Sumter, para la batalla inicial de la Guerra Civil. Pero jamás dijo que había inventado el beisbol.
Ocurrió que Albert Goodwill Spalding, lanzador estelar en la National Association (1871) y comienzos de la Liga Nacional (1876-1878), necesitaba borrar los orígenes del beisbol, vía el deporte inglés del cricket.
Pensaba Spalding que, si se popularizaba en Estados Unidos lo de esas raíces inglesas, su incipiente industria de bates y pelotas (aún no existían los guantes) se perjudicaría. Así, que necesitaba un héroe nacional como inventor.
En 1905 nombró una comisión “para investigar”, con Al Reach, quien había sido utílity en la National Association (1871-1875); y Abraham G. Mills, alcohólico, ex-presidente de la Liga Nacional.
La comisión, cinco personas de cinco ciudades diferentes, nunca se reunió. Pero Spalding encontró un viejecito, con problemas mentales, llamado Abner Graves, quien dijo, sin presentar pruebas, que había sido testigo de Doubleday inventando el juego.
En 1907, Spalding organizó un fiestón en un hotel en Manhattan, para anunciar su mentira.
Hacía 14 años que Doubleday había muerto, por lo que no pudo defenderse de tal calumnia.
Pero, en 1839, el año cuando inventaron que el joven, de 20 años de edad entonces, andaba vagabundeando por Cooperstown, él estaba en la Academia de West Point interno, preparándose para ser militar, y no le daban permiso para que fuera a ninguna parte a inventar nada.
Spalding quería darle la mayor rimbombancia a su mentira, y en 1921 afirmó que el invento de Doubleday había sido “en los alrededores de Nueva York”.
Directivos de la Cámara de Comercio de la pequeña villa de Cooperstown, al norte del Estado de Nueva York, aprovecharon esa oportunidad, desesperados como estaban, por salir de la crisis económica que los agobiaba hacía años.
Interesante…: La bebida favorita en el beisbol, la cerveza, tuvo mucho qué ver en esta historia.
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Hace 85 años elevaron a los primeros 26
Los 26 del Salón de la Fama, elegidos en los primeros cuatro años, mientras se construía el Museo:
1936: Babe Ruth, Ty Cobb, Walter Johnson, Christy Mathewson, Honus Wagner.
1937: Cy Young, George Wright, Connie Mack, Tris Speaker, John McGraw, Nap Lajoie, Ban Johnson, Morgan Bulkeley. 1938: Grover Cléveland Alexánder, Alexander Cartwright, Henry Chatwick.
1939: Adrian Anson, Eddie Collins, Charlie Comiskey, William Cummings, Buck Ewing, Lou Gehrig, Willie Keeler, Old Hoss Radbourn, George Sisler, Albert Goodwill Spalding.
Ahora, los propietarios de nichos en el templo son 350, incluso los siete que elevaron en julio de este año. Durante las últimas 21 elecciones hemos votado entre 400 y algo más de 500 periodistas, depende de cuántos se retiran o mueren y cuántos llegan nuevos.
La Ley Seca llevó el templo a la ciudad de Cooperstown
En Cooperstown había siembras de lúpulo y fabricaban millones de litros de cerveza diariamente. Por eso, la Ley Seca (1920-1933) los llevó a la desgracia económica. La Cámara de Comercio de ese pequeño pueblo, decidió sumarse a la mentira y hacerla mayor. Hasta señalaron ciertos terrenos como lugares donde Doubleday había inventado el beisbol. Suponían que la fantasía haría famoso al pueblo y les llevaría muchos turistas, como en realidad ocurre.
Los comerciantes del pueblo, especialmente la fábrica de máquinas de coser, “Singer”, cooperaron económicamente para construir el Museo del Beisbol, inaugurado en 1939, cuando se cumplieron 100 años de Abner Doubleday no haber inventado nada.
Cuatro años antes, sonaba mucho el nombre de Cooperstown, porque iban eligiendo a quienes serían elevados cuando terminaran la casona.
Finalmente fueron 26. Desde entonces Cooperstown, recibe a muchos turistas; y en cada julio, más de 40 mil fanáticos.