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Repetir la gesta de Pantanal en Maturín

Venezuela nunca ha podido derrotar a Brasil en partidos de la eliminatoria mundialista y, la verdad, es que las diferencias entre ambas selecciones continúan siendo siderales. El ataque conformado por Vinícius, Raphinha y Savinho es uno de los más poderosos del planeta, más allá de que el tridente todavía no haya encontrado la plenitud de su funcionamiento en la Canarinha.

Por ello, no hay que perder el foco del principal objetivo de la Vinotinto, cuando enfrenta a la pentacampeona del mundo: evitar que la superioridad técnica de los amazónicas despliegue todo su arsenal con duelos individuales para desbordar mediante la velocidad de sus extremos y generar situaciones de riesgo en el arco de Romo.

Plantear un partido de golpe por golpe, concediendo amplios espacios para que Vinícius, Raphinha o Savinho reciban a la espalda de los laterales y emprendan sus fulminantes carreras en busca de quedar mano a mano con el arquero, sería un suicidio. La Vinotinto tiene que repetir la fórmula que utilizó en el primer duelo entre ambas selecciones, en octubre del año pasado, cuando sacó un descomunal empate 1-1 en el estadio Aren de Pantanal de Cuiabá.

¿Qué fue lo que hizo el “Bocha” Batista en ese choque en Mato Grosso? Salió con un bloque bajo en la defensa, una doble línea de cuatro y dos delanteros, Salomón Rondón y Sergio Córdova, que presionaban desde la salida para obligar a Brasil a que jugara en largo y dividiera el balón.

Incomodar a los amazónicos en cada pedazo del gramado del estadio Monumental de Maturín debe ser nuevamente la prioridad. Forzarlos a cometer errores, cortar las jugadas y cerrar las líneas de pases para ralentizar las acciones con el propósito de que se estrellen una y otra vez contra la muralla defensiva de la Vinotinto.

En Cuiabá, Darwin Machís y Samuel Sosa cumplieron la sacrificada labor de retroceder para apoyar en los costados a Alexánder González y Christian Makoun, armando una sólida barrera con Tomás Rincón y Yangel Herrera que redujo a nada la movilidad de Neymar y las incursiones por los costados de Rodrygo y Vinícius.

La Vinotinto ya demostró que a esta Brasil, aún en proceso de construcción, se le puede lastimar a partir de mantenerla a raya, desesperarla y aprovechar las lagunas mentales y defensivas en las que suelen incurrir cuando no encuentra rápidamente el camino al gol.

La gesta de orden, paciencia y precisión para utilizar eficazmente la pelota que culminó con el acrobático gol de Eduard Bello en Cuiabá es una inspiración para repetir una hazaña que meta de nuevo a la Vinotinto en la carrera al Mundial de 2026.

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