Freiburg, Alemania
A Eduardo Saragó lo conocimos en tres vertientes. Brevemente como atacante del Caracas, aquel pequeño jugador escurridizo de habilidad y regate; más en profundidad como director técnico exitoso; y con la propiedad sincera de los amigos, como compañero comentarista de partidos en Venevisión. Ahí conversamos con entusiasmo en aquellos ratos fuera de la tiranía de las cámaras de televisión.
“¿Trajiste el uniforme?, habla así, esto no se puede decir al aire, acomódate la corbata”, y compartimos de fútbol y de algunas cosas de la vida. Alguna vez, en las íntimas conversaciones, nos dijo: “Algún día voy a dirigir a la Vinotinto, y la voy a llevar al Mundial”. Siempre nos había parecido que era, por su capacidad para el análisis y especialmente para avizorar el desarrollo y destino de los partidos, tan bueno como el inolvidable Carlos Moreno, tal vez el mejor comentarista del país.
Saragó nos convenció de que estaba al mismo nivel y la misma tesitura de Carlos. Aquella palabra adelantada, aquel leer cada acción, cada cadena de jugadas, eran, para uno y para el otro, el compendio del saber futbolístico…
Las vueltas del fútbol pusieron a Saragó al frente de un equipo de enmarañado manejo, de intrincadas opiniones a su alrededor, y de una afición brava y conocedora, intransigente, de esas que no perdonan a los que tienen y a los que no tienen o no merecen el que perdón. Y allá llegó, supo manejar, ganó partidos y títulos, obtuvo demasiados trofeos.
Mas, allá abajo, como en una obra de Anton Chejov, se movía el subsuelo, se fraguaban inquietudes lejos de la vista del director técnico y de todos los que desde afuera, sin conocer cuáles eran los verdaderos motivos del adiós, amaban al equipo. Parecía que la incomprensión se abría paso, y la conspiración era ya un golpe de estado: fuera el entrenador, “¡vete, vete, vete!”, y el director técnico, con sus gestas indiscutibles, entregó la guardia ante la fuerza del poder…
¿Qué vas a hacer, Saragó, adónde te va a llevar la vida? Reputación tienes, tu bagaje no se discute, pero después de estar al frente del Táchira, ¿qué equipo venezolano puede estar en tu proyecto de vida? ¿O será que están pensando en verte dirigiendo en otros confines, más allá de las fronteras? Hoy, en tu hora difícil, parado en el cruce de los caminos que el fútbol pone frente a ti, nos vienen de nuevo al recuerdo aquellas palabras pronunciadas en un salón de espera del canal de televisión. “Algún día voy a dirigir a la Vinotinto, y la voy a llevar al Mundial”. Bueno, nadie conoce los caminos del Señor. Si la selección nacional espera por ti, ese camino ha de estar marcado.
Nos vemos por ahí.