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En busca de la utopía, en busca de Brasil

Parece que en estos días de Premundial Suramericano cada partido representa el Mundial, representa la vida. Cada uno es un sobre por abrir, una carta escondida y misteriosa que puede predecir el incierto futuro. Una vuelta al planeta para tratar de saber qué hay en el lado allá del horizonte, aquel punto infinito donde termina el mar y comienza el firmamento.

¿Qué habrá allá, qué podremos conseguir cuando la vista no nos dé para más? ¿Es allá donde está la utopía o donde viven la desilusiones? El hombre inventa, la tecnología avanza, pero los elementos de la naturaleza lo miran impávidos; no se ha sabido, y tal vez no se sepa nunca, que hay más allá de la última línea del mundo. Todo es lo insondable de la vida, y así mismo es el deporte; el fútbol, en este caso. La reflexión parece exagerada, pero lo impredecible es real en cada situación, a cada instante de la existencia…

En pocos días llegará el momento supremo en que Brasil y la Vinotinto se encuentren en una cancha venezolana. Y aunque suene y se lea como un lugar común, no habrá tiempo para sacar cuentas sobre la importancia del juego. Sin prólogos que nos hablen de lo que puede pasar en el partido, de las cuentas a sacar según el resultados, sin presagios que nos puedan adelantar el marcador, sólo habrá que decir que, como todos sus partidos de aquí en adelante, para Venezuela será matar o morir.

Los empates ante Uruguay y Argentina, la estrecha derrota ante Paraguay, podrían tener dos vertientes. Se podría pensar que estos resultados son para envalentonar a cualquiera, para darle suficiencia al escuadrón nacional y desafiar al más pintado; pero también para poner a pensar al equipo, para decirle que tal parece que el combustible está agotado y que, con el tanque vacío, con las posibilidades tocando fondo, solo el milagro puede lanzar al mar los botes de rescate…

Brasil, tal parece, encendió las turbinas. En algún momento se pensó, dados sus terribles resultados, que por primera vez se iba a quedar sin Mundial. Pero sacó las barajas escondidas, comenzó a tejer y entretejer de nuevo su rico historial, y así llegará a Venezuela.

No es la maquinaria de arrollamiento conocida y que infundía temor en el pasado, pero con ellos siempre queda la duda: ¿y si reaparece aquel espectro de genios, si despierta en los recovecos de su memoria aquella época de esplendor? Sería extraordinario que la Vinotinto solo pensase en la Vinotinto, que despeje de sus recuerdos dramas que estos jugadores de hoy no han vivido, y, como quien ha conseguido la utopía, como quien encuentra el sitio exacto de un tesoro, llegue a una la victoria que le sabrá a arepa, a pabellón, a fruta criolla. A Mundial.

Nos vemos por ahí.

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