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Al fútbol se le pasa la mano

Basilea, Suiza

El eco de las voces del Sindicato de Jugadores no quiere ser oído. Sus quejas, a medio camino entre el clamor y la súplica, pasan de largo para los directivos de la Fifa y la Uefa, empeñados en sacarle al fútbol todo el capital posible. Hasta hace algunos años todo eran las ligas, la Copa de Campeones con eliminación directa, la Copa de Ferias, la Eurocopa y la clasificación y el propio Mundial. Hasta ahí.

De pronto comenzaron a brotar las ideas, y con ellas, los nuevos campeonatos y torneos que han ido convirtiendo, a no dudar, a los jugadores en esclavos de sus propios talentos. “Vamos a organizar este y el otro”, y había que estar a punto porque en todos se jugaba “el orgullo nacional”. Porque el dinero, disfrazado así, ha sido el verdadero motivo de todo ese movimiento. Claro, no ha sido el único, porque a los rectores del fútbol se les debe reconocer sus esfuerzos para su desarrollo en lugares donde no era lo suficientemente popular. En el fondo, las ayudas y los respaldos económicos eran señuelos para la creación de mercados, pero una cosa parece compensar la anterior.

La expansión de la Copa de Campeones, ahora llamada para darle más charm Champions League, fue la espoleta de la granada. Hoy no solo clasifican a sus disputa los mejores, sino también los “segundos mejores”, y hasta los terceros y cuartos mejores. Procesos eliminatorios interminables en los que entran equipos de poco nombre para conocer si tienen la categoría de jugar en la fase de grupos dan a la Champions ese aspecto de muchas puntas. Igualmente la Copa de la Uefa, que sustituyó a la de Ferias pero con un formato más extenso.

Todo hasta llegar a la ahora llamada Nations League, que supone eliminar los partidos amistosos de poca monta. Todo esto va con las ligas de cada país, eliminatorias para la Eurocopa, para el Mundial, y ahí tendremos todo el panorama. Para completar, los grandes clubes de Europa claman por armar un campeonato con los mejores de cada nación, es decir, un desafío a las ligas del continente. Ah, se nos olvidaba: también hay ahora una copa para los quintos o los sextos de cada circuito, la “Conference”, aquellos que no lleguen a las exclusivas. O sea, los mejores de los peores, vaya usted a saber.

Entonces, llega el reclamo. Los jugadores de fútbol antes de ser futbolistas son seres humanos. Ganan dinero del bueno y a veces es chocante verlos publicados en carros de lujo o en yates de fina estampa, pero antes tienen que pasar por todo este camino de clavos ardientes. Todo puede terminar en una conciliación o en un cisma de proporciones bíblicas. Desde hace algunos años se ha anunciado, sin que tenga un verdadero asidero, la división en el seno de la Fifa.

¿Podrá ser este el comienzo del cisma, podrán tener los jugadores la fuerza para llegar a un nuevo orden de cosas? Sí, al fútbol parece que se le pasa la mano.

¿Y qué pasa en América?

En la otra orilla del Atlántico también han surgido ideas renovadoras. Con la Copa Libertadores como bandera, hace algunos años se creó la Copa de la Conmebol.

En realidad, la Confederación Suramericana no quería quedar atrás de Europa, especialmente por el maná de dinero que representa crear competencias, también como de “orgullo nacional”.

Solo que se han topado con la barrera infranqueable de los niveles económicos y de vida. Se juegan los torneos nacionales, la Copa América, las eliminatorias a la Libertadores y al Mundial, pero sin aquella fortaleza monetaria de los europeos. Mientras los llamados derbis o clásicos de España son capaces de producir movimientos universales, los grandes partidos de Suramérica tienen un color más regional.

No es igual un Real Madrid-Barcelona que un Boca Juniors-River Plate. Ahí está la gran diferencia.

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