Walter “Cata” Roque, el siempre recordado entrenador uruguayo y a la vez venezolano, decía que lo terrible de enfrentar a los bolivianos en La Paz eran los últimos diez minutos del partido. Que era ahí, en ese tramo, cuando los jugadores del altiplano más corrían, porque era el tiempo del ahogo por la falta de oxígeno en los 3.577 metros de altitud del estadio “Hernando Siles”.
Ahora recordamos la teoría de Roque, quien también entrenó equipos y a la propia selección boliviana, por la presencia de la Vinotinto en El Alto. A 4.095 metros sobre el nivel del mar, esta ciudad es el propio “cielo” futbolístico. Pero no en el cielo en el sentido de la gloria, sino en el de darle a la gente local la gran posibilidad de alcanzar victorias. Bolivia, en complicidad con la ausencia de aire respirable, atrincherada detrás de su hábito de jugar ahí, va a buscar una victoria que le dé alas a su precaria situación en la tabla del Premundial Suramericano y aspiraciones para una clasificación mundialista que, por ahora, se ve muy lejana.
Venezuela anuncia, y es lo que por ahora se sabe para el partido de mañana en la tarde, que va a enfrentar la partida con algunos jugadores de la alineación alternativa. El técnico Fernando Batista se la va a jugar así, a la espera de un buen resultado que mantenga a la selección en el lugar de privilegio que le han dado los primeros resultados. Fue lo que hizo en 2011 César Farías, por aquellos tiempos conductor de la Vinotinto. Perdió el partido en la capital de aquel país, pero todo fue un proceso de preparación para esperar, y vencer, a la Argentina en Puerto La Cruz. Y como el fútbol tiene esas cosas de las llamadas casualidades, Venezuela enfrentará, luego de chocar con Uruguay, a los argentinos en octubre.
Lo hemos dicho, pero a veces en la vida hay que insistir. Este partido ante Bolivia será casi decisivo para que la Vinotinto vaya o deje de ir al Mundial de 2026. Ganar en El Alto sería, como dicen los españoles, la hostia. Serían puntos dorados que mantendrían a Venezuela en los números mundialistas y las probables derrotas ante uruguayos y albicelestes no tendrían tanta importancia. Pero perder, y vaya que ni siquiera debería ser un pensamiento ni creer que pueda ser posible, podría a la Vinotinto en una situación riesgosa, caminando sobre el filo de la navaja, pues entonces tendría la urgencia de sacar puntos en los dos partidos siguientes, una empresa que puede resultar demasiado empinada. Así pues, que vencer a Bolivia no sería la hostia, como dijimos antes, sino la propia rehostia. Nos vemos por ahí.