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La gracia del fin de semana

Si alguien en este mundo y en el que está por inventarse crea que el fútbol está muriendo, se le debe invitar a que enciende el televisor y ponga su mirada y sus sentimientos en Lamine Yamal y Endrick.

El sábado pasado, la gracia corrió por los pies mágicos del español nacido en Cataluña, hijo de padre marroquí y madre de Guinea Ecuatorial, y que en julio acaba de cumplir diecisiete años de edad. Con unos movimientos que traen a la memoria a los grandes jugadores del pasado y presente, con una visión de águila del desierto, metió el derechazo fulminante que dejó estático y asombrado al arquero del Athlétic de Bilbao.

Lamile es un prodigio de precocidad y ya lo vimos en la Eurocopa, ganada por España, cuando fraguó un gol que va a quedar en la memoria de la gente. Zurda sutil, elegante, limpia, y ahí te va.

Este muchacho anda sin titubeos en dirección a las grandes empresas que el fútbol el guarda. ¿Quién puede tener la osadía de albergar alguna duda?…

Para completar la presencia de adolescentes convertidos en futbolistas, llegó el domingo. Con un año mayor que Lamine Yamal, el brasileño Endrick, nacido en Taguatinga, en el Distrito Federal y a solo 13 kilómetros de Brasilia, capital del inmenso país, fue descubierto por el Palmeiras y prontamente resaltó al jugar con lucidez los campeonatos de menores.

Lo vimos en Caracas, en el torneo Preolímpico, pero sin poder disfrutar de sus maneras pues fue guardado y puesto en la cancha casi siempre en los segundos tiempos de los partidos, es decir, precaución pura.

En su debut con el Real Madrid dejó una pincelada de lo que él es. En el minuto final engañó, con truco brasileño, a un defensa; se perfiló hacia el arco y aún debe el estar buscando el cuidador de la valla el diminuto hueco por donde pasó el disparo de zurda de Endrick. ¡Vaya gol, reminiscencia de Ronaldo, de Ronaldinho Gaucho!…

Pero a los jugadores jóvenes como ellos no se les debe elogiar con desmesura. Como a los niños, la alabanza puede convertirlos en creerse mejores que el resto, que sus compañeros, así lo sean.

Lo que hicieron Lamine Yamal y Endrick el fin de semana es para resaltarlo, pero aún no se les debe erigir una estatua.

Los caminos del fútbol suelen ser muchos y se adentran en intrincadas selvas, en durísimos “Darien”, y por eso no basta el entusiasmo de un fin de semana.

Tienen cara de niños salpicadas de inocencia y genio para llegar al infinito, pero cuidado, porque como leímos del poeta Rilke, “detrás de lo bello comienza lo terrible”.
Nos vemos por ahí.

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