Hoy, quien no esté pendiente de “su” deporte, está perdido en la intrincada selva de tantas y tan variadas transmisiones internacionales que ofrecen en la televisión, y que van, desde el fútbol que se juega en los cuatro puntos cardinales, hasta las competencias de patinetas en los confines más alejados del planeta Tierra. Beisbol de grandes ligas y de nuevos campeonatos, voleibol de cancha y de playa en diferentes circuitos, baloncesto de cuanta liga hay en el mundo, combates de boxeo tradicional y del GMT y todas sus variantes llenan cada día las pantallas de Venezuela. Se nos confunden, nos sentimos abrumados, porque a veces son tantos que tenemos que esperar un rato para conocer cuál es el torneo, y cuál es en vivo y cuál grabado, vaya usted a saber…
Entonces, nos preguntamos: ¿dónde están las transmisiones del Táchira-Caracas? Toda esta reflexión viene a cuento si volteamos las miradas y nos detenemos en algunas décadas pasadas. Había expectativa por los partidos de fútbol local, pero ya de esto queda poco. Las transmisiones de otras latitudes nos hipnotizan, nos distraen y casi no se cuenta el deporte del país, que al final de la jornada es lo que más nos importa (hace algunas semanas equipos de voleibol venezolanos ganaron torneos fuera del país, pero casi no nos enteramos). Si revisamos con detenimiento, por ejemplo, el partido entre tachirenses y caraquistas: fue transmitido, sí, pero perdido en el maremágnum del fútbol mundial. Cuando oíamos las historias de que en otros países había llegado la tele de otros lugares, cuánto se anheló tenerla; ella ha destrozado las fronteras, ha saltado sin pasaporte ni visas los límites de las naciones, pero también, y siguiendo la sabiduría de que cuando algo se consigue es porque también se pierda algo, en Venezuela se disolvió ese valor tan necesario de ver cada día a los jugadores de aquí…Veamos estas dos rivalidades: ¿cuántos televidentes estaban pendiente del Táchira-Caracas jugado en San Cristóbal la semana pasada, y cuántos del Real Madrid-Barcelona? Esa podría ser una estupenda medida. Y lo decimos no solo entre los aficionados comunes, sino entre la gente propiamente del fútbol. De un choque entre los clubes españoles no queda solo la emoción y el comentario del postjuego, de disfrutar de las jugadas de acrobacia y los goles de Kylian Mpabbé o de Lamine Yamal, pero de un enfrentamiento entre los venezolanos se derivan otros asuntos regionales de más trascendencia, y tal vez, también ancestrales. Es otra cosa, es otra cosa. Nos vemos por ahí.
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