El dieselgate de Volkswagen, ahora también gasolinagate, afectó considerablemente el Made in Germany. Antes de que se destapara el escándalo de las emanaciones contaminantes de los vehículos pertenecientes a la empresa automotriz alemana, los productos elaborados en esta nación europea gozaban de una sólida reputación.

Sinónimo de precisión, durabilidad, confianza y seriedad, la marca Alemania se había ganado el respeto y la admiración de las personas fuera de las fronteras de la nación centroeuropea, pero ahora los marketeros, que no logran salir del asombro ante la debacle de Volkswagen, han decidido engavetar el discurso por los momentos.

Ninguna empresa como la automotriz había apelado tanto a la solidez de la ingeniería alemana. Sólo hay que recordar el éxito de Volkswagen con su anuncio en el último Super Bowl para entender los alcances de esta empresa en la industria, seguida de firmas como Audi y Opel, quien además escogía a Claudia Schiffer y a sus raíces teutonas como embajadora de marca.

La propia Angela Merkel ha salido al ruedo para defender la solidez de la marca alemana, garantizando que el mercado no se había resentido con la situación Volkswagen. Mientras tanto, sólidas firmas como Bosch y Behringer han decidido bajar la voz, al menos mientras pasa el temporal.